Fascina leer la narración del joven mulato cubano Esteban González sobre el suicidio ritual de muchos lukumíes, sus antepasados africanos, para librarse de la humillación y del mercado de esclavos.
Esteban, que vivió unos años en la URSS y que ahora está en España, narra con enorme belleza su historia y experiencias en el decepcionante mundo socialista y en el que ve como cruel sistema capitalista. Y lo hace con una voz literaria absorbente y diáfana creada por el escritor Alfredo Conde.
Esteban es hijo de una de las más bellas bailarinas del Tropicana y de un romántico industrial gallego que marchó a La Habana para ayudar a Fidel Castro.
Pero poco cambió la vida para los negros: “La Revolución nos ha hecho trabajar para ella como antaño lo hacíamos para el ingenio, dándonos a cambio una sopa boba hecha de las realidades de la tierra. Eso a los hombres. ¿Y ellas, dónde están ellas?. Algunas bailan en el Tropicana, otras, ¿dónde están otras y dónde están los negros?. No en las élites del Gobierno, del ejército o del partido. Acaso como guardaespaldas, escoltas o sargentos”.
Tras el fallecimiento de su padre y con recomendaciones, imprescindibles en el comunismo, Esteban estudiaba en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú cuando lo reclamó su abuelo español. Y fue a Vigo, donde conoció el hundimiento de las grandes empresas familiares a causa de los engaños y estafas que sufrió de otras compañías más poderosas o, simplemente, más maliciosas.
Este Esteban es tan real que no parece una ficción literaria de Conde, escritor propuesto para el Nóbel de Literatura por universidades europeas, asiáticas, americanas y australianas.
Conocer la vida de Esteban González leyendo la novela Lukumí (Bruguera, 2006. 215 páginas) es acceder a un mundo criollo y mestizo vivo y actual. Es admirar una escritura sensible, irónica e inteligente, fecundada con autenticidad.
Me lo pone usted tan bien que tendré que leer ese libro.
Publicado por: Juan Anselmo Scotch | martes, 04 abril 2006 en 19:37