Imagínese usted a una legionaria o un legionario de 45 años de edad, quizás abuelos, tratando de desfilar a los habituales 160 pasos por minuto cargados con treinta kilos de material para combatir contra soldados jóvenes y ágiles de un país agresor.
Al despedirse el viernes como ministro, José Bono dijo que de la noche a la mañana las fuerzas armadas españolas tenían 5.000 soldados más gracias a su nueva Ley de Tropa y Marinería, que acababa de ser aprobada por unanimidad.
Cierto: todos los partidos han aceptado tener un ejército que va a necesitar tratamiento geriátrico porque, a falta de jóvenes candidatos, esa Ley le alarga el contrato a los soldados rasos de ambos sexos hasta los 45 años, diez más que los de otras fuerzas.
España, al contrario que el resto de la OTAN o que sus posibles enemigos, tendrá en una supuesta primera línea a agotados e ineficaces cuarentones: quizás sea eso lo que deseaban algunos grupos políticos nada españolistas que apoyaron la ley.
Porque las tropas de combate deben de estar formadas por jóvenes capaces de superar grandes esfuerzos, y no por quienes pierden su brío a partir de los 35 años, como los futbolistas o los atletas.
El paso acelerado de los legionarios no es así por pintoresco, aunque vaya precedido de la cabra de salerosos andares: es una muestra de coordinación y de capacidad física intimidatoria para enfrentarse a cualquier amenaza, o para ayudar a la ciudadanía en situaciones extremas.
Vuelve a ser cierto el lema de que “Spain is different” casi medio siglo después de que la frase hiciera fortuna como reclamo turístico.
Podría revivirse para atraer turistas a ver desfiles de combatientes achacosos y derrengados que salen de cuarteles-geriátrico: el espectáculo sería un éxito mundial.
Es que tenemos que cambiar nuestro concepto de ejercito. Tener un ejercito preparado para combatir y matar enemigos es algo horripilante, desagradable y muy políticamente incorrecto. Ahora se trata de desarrollar un ejercito de soldados y soldadas solidarios, modernos, progresistas, cuya finalidad no es precisamente la de asaltar una colina con la bayoneta calada gritando vivaspaña (por todos los dioses, que ordinariez y que poco pluralista). No, ahora nuestros legionarios y legionarias, paracaidistas y paracaidistos, se entregan en cuerpo y "arma" a bonitas y edificantes misiones humanitarias, para salir en el telediario repartiendo sacos de arroz a agradecidos y emocionados subsaharianos de color.
Y para eso no hace falta tener 20 años y tener una forma fisica excepcional.
Saludos, D. Manuel y ¡gracias por su blog!
Publicado por: Alejandro | martes, 11 abril 2006 en 10:27