Felipe González definió a José Luís Rodríguez Zapatero como un hombre tranquilo y con “baraka”, que es la suerte árabe.
Lo dijo en su entrevista del pasado miércoles con el Loco de la Colina en TVE. Una descripción que dejó en muchos subconscientes la idea de que Felipe parece creer que ZP es un jugador que apuesta impávido a doble o nada porque está de buena racha,.
Como consecuencia, puede pensarse que cuando salga negro tras el envite de ZP a rojo, o viceversa, todo lo ganado se irá a la banca del casino, el jugador quedará en la ruina, y con él, todo el país.
González no alabó en ningún momento a ZP como estadista, ni lo presentó como un político prudente, ni dijo que lo admiraba, ni siquiera que lo respetaba. Sería lo lógico, siendo su sucesor socialista.
Más aún, si se recuerda que nunca ahorró cortesías hacia sus predecesores, Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo. Decía que habían sido estadistas preparados para afrontar su trabajo y un ejemplo para él, aunque discreparan ideológicamente.
Ninguno de esas halagos se lo dedicó a ZP. Fue casi tan frío como con Aznar. “Tranquilo y con suerte”: quien haya seguido la entrevista intuye que González teme que la baraka pueda cambiar en cualquier momento.
Y que cuando ocurra él no estará cerca porque Zapatero no lo consulta, mientras que grandes figuras mundiales lo hacen regularmente.
Es interesante el uso del léxico: González y los demás presidentes del Gobierno anunciaban sus propuestas como decisiones razonadas para conseguir o afrontar algo. Expresaban voluntad y determinación firmes.
ZP y los suyos no se expresan así. No presentan razonada ni justificadamente sus decisiones, sino que exhiben sus intenciones relativistas como “apuestas”. Todo lo apuestan. Mientras conserven su baraka árabe.
Los oficiales españoles que mandaban a los moros de Franco tenían que ganarse el respeto de sus subordinados a fuerza de co...raje y baraka: saltar por delante de ellos en los asaltos para demostrar su valor y su suerte.
La comparación de esa baraka con la de Zapatero tiene un punto debil: los que se juegan el pellejo en sus embites son otros, no él.
Excelente comentario, D. Manuel. Gracias.
Publicado por: Alejandro | lunes, 24 abril 2006 en 09:38