Hay quienes lo consideran un santo: los terroristas del IRA irlandés, de los que fue valedor, amigo y consejero, y los de ETA y Batasuna.
Pero parece un viejo caimán oculto en espera de su presa, un alacrán dipuesto a clavarle su aguijón a la rana que confía an él, como Bernardo Provenzano, el jefe de la Mafia al que acaban de detener en Corleone.
Porque quien bendice a malvados que no se arrepienten no es mediador, sino cómplice. Repulsivos curas católicos como Alec Reid y pastores protestantes como Ian Paisley, vivaqueando entre terroristas irlandeses, llevando y trayendo mensajes sobre los atentados recomendables para acercar la paz. "Mata a tal y a cuál, que eso pacificará al anemigo", dicen.
Son como los religiosos que se ponían al lado de Franco levantando el brazo derecho para bendecir su Cruzada. O como el cardenal Setién, que retaba soberbio, emperador del desprecio, paseándose ante a las víctimas del terrorismo.
Víctimas que nunca tuvieron pastores que los invitaran a responder a sus agresores, porque España no es Irlanda: no tiene fieles de dos religiones linchándose, sino asesinos bendecidos y víctimas demonizadas de iguales creencias que nunca se vengaron de sus bien conocidos matones.
Ahora hay quien presenta a Alec Reid, ese cura irlandés que supuestamente negoció para que el IRA abandonara las armas, como un santo sacerdote que logrará que ETA deje de matar.
ETA no asesinaba ya desde hacía tres años, desde uno antes de que este Gobierno llegara al poder.
Porque el 11 de septiembre de 2001, en Nueva York y el 11 de marzo de 2004 en Madrid, sin o con participación etarra, condenaron a los terrorismos nacionalistas vasco e irlandés a no matar para no parecer islamistas.
Alec Reid bendijo y ayudó a un IRA que de momento no ejecuta. Pero que, a cambio, se ha convertido en una mafia terrible y chantajista, como la de Provenzano.
Tras ese triunfo quizás Reid quiera facilitarle igual futuro a ETA en nombre de la paz. En un país donde no hay guerra, sino asesinos y víctimas.
¿Sabe alguien qué hace ese individuo por estos lares? ¿Quién le paga? ¿Quién le ha llamado? ¿Y qué dice la Iglesia de que uno de sus sacerdotes vaya por la vida bendeciendo a los asesinos, haciendo gala de una perversión moral tal que produce la más absoluta repugnancia?
Cada día me cuesta más trabajo salir de mi asombro. Aunque me imagino que es eso lo que se pretende, agotar nuestra capacidad de asombro, aletargarnos y que asumamos como normales las barbaridades más inmensas.
Publicado por: Alejandro. Sevilla | viernes, 21 abril 2006 en 10:22