Los cuatro días de viaje por Kenia y Mozambique de medio centenar de políticas, empresarias y periodistas españolas dirigidas por la vicepresidenta Fernández de la Vega fueron un hermoso escaparate de cómo es el turismo solidario oficial.
Quien llega a esos países prometiendo alguna ayuda, como ellas, es recibido con coloristas homenajes, bailes típicos y estruendosos gritos de alegría.
Una misión oficial en avión exclusivo. Séquito de 75 personas, porque aparte de las mujeres había tripulaciones, agentes de seguridad, diplomáticos y ayudantes. Suites de hoteles para exploradores sibaritas: ante tal alarde de riqueza, la población empobrecida se vuelca con las viajeras para ser amable, hacerse fotos con cara de felicidad y recibir alguna dádiva.
Las periodistas envían imágenes y reportajes a España: vean lo humanitarias que son nuestras representantes, solidarias con África festejando el Día Internacional de la Mujer.
Allí estaban una responsable del PP, Ana Pastor, la banquera Ana Patricia Botín y Leire Pajín, que sin haber trabajado en su vida, hereda prebendas políticas familiares: la aristocracia de los militantes.
Cerca de las turistas solidarias, las niñas de Kenia seguían masivamente sometidas a ablación de clítoris. Las exploradoras podrían haber denunciado solemnemente esta aberración, pero iban con otros objetivos.
Uno de ellos lo expuso la señora Botín recomendándole a los africanos que no sigan el mal ejemplo de Europa, donde los consejos de administración de las grandes empresas solo tienen al cinco por ciento de mujeres entre sus miembros: los oriundos consideraron de gran utilidad y enjundia esta admonición.
Fueron unas jornadas de supuesta solidaridad femenina, con subyacentes e inevitables racismo y clasismo, que ellas no entendieron así.
Misiones laicas, placenteros y millonarios viajes de turismo solidario: despilfarro, ¡ay!, de un enorme capital para el desarrollo y contra el hambre.