Aparentemente los españoles vuelven a recuperar su viejo espíritu imperial. La pobre, pero altiva España. Que prefería pasar hambre antes de perder el honor y el orgullo que le otorgaban su señorío.
Lo acaba de descubrir el Pulsómetro, sondeo de la Cadena SER, según el cual tres de cada cuatro españoles son tan patriotas que prefieren que la catalana Gas Natural absorba a la eléctrica Endesa a que lo haga la alemana E.On, que ofrece pagar el treinta por ciento más.
Aumente su asombro: a pesar de perder mucho dinero, si fueran propietarios de Endesa, el 42 por ciento de los españoles le cederían sus acciones a sus compatriotas catalanes antes que a los alemanes.
Un espíritu nacional que debía conocer de antemano Pasqual Maragall cuando advirtió hace meses que, aunque muchos se opongan, van a aprobarse el Estatut y la OPA de la gasista.
Se ve que aprecia la generosa hidalguía nacional del hambre con jactancia y distinción. Impuestos, claro, por las leyes elaboradas ad hoc por Zapatero.
Pero, todo hay que decirlo, un 39 por ciento no vendería perdiendo: claramente, es gente sin dignidad, ajena al patriotismo empresarial capital-catalanista.
Para establecer su propio punto de vista usted le pregunta a todos quienes conoce qué harían si tuvieran acciones de Endesa: contestan unánimemente que vendérselas a quien pague más, español o alemán.
Entonces, usted piensa que algo chirría en los datos de la SER. Diría que ese sondeo parece elaborado para incitar a los españoles a ser quijotes bobos, en lugar de sanchos cazurros.
Y enseguida tendrá que preguntarse a qué obedece este empeño de los medios afines al Gobierno de ZP y a la Generalitat para que, azuzando el tópico del señorío patriotero, los españoles digan que quieren volver a ser unos merluzos.