Dos años, dos partidos, dos Españas: la masacre de los trenes de Madrid y el triunfo del PSOE y de sus aliados nacionalistas han provocado tal vuelco político y social que España se ha rasgado en dos, haciendo crecer la ira de la derecha y la soberbia del poder izquierdista.
En las elecciones generales, tres días después de los atentados, habría ganado el PP si los terroristas hubieran sido de ETA. Pero aparentemente fueron sólo islamistas, lo que se interpretó como una venganza de Al Qaeda por la presencia de algo más de un millar de soldados españoles en Irak.
Durante aquellos tres días, masas de ciudadanos hostiles a Aznar persiguieron por toda España al PP a los gritos de “¡Vosotros, fascistas, sois los terroristas!”
Culpaban de la matanza a un Gobierno que estaba venciendo a ETA y que no había enviado las tropas a Irak a combatir, sino a apoyar su reconstrucción.
En ese ambiente emotivo y agitado ganaron el PSOE y sus aliados nacionalistas, quienes exigen ahora la cesión de numerosos poderes del Estado, mientras despiertan agravios de la guerra civil identificando a los populares con el franquismo.
El PP denuncia este revisionismo que reaviva querellas en las que, paradójicamente, muchos hijos de franquistas se hacen pasar por rojos, y asegura que el atentado del 11M fue planeado para desplazarlo violentamente del poder.
Insiste en que se desconocen los autores intelectuales de la matanza, mientras que el PSOE replica que todo se sabe con la arrogancia que provoca la mala conciencia por como consiguió el triunfo, y por estar cediéndole demasiados atributos estatales a los insaciables nacionalistas.
Dos años, dos partidos irritados e irreconciliables, dos Españas: esa es la victoria de quien puso las bombas que masacraron a 191 ciudadanos.