Enviar a Estados Unidos el cordón umbilical de la infanta Leonor, futura heredera de la Corona, ha sido una magnífica idea porque podría librarla más adelante de alguna enfermedad grave.
Los Príncipes de Asturias han hecho lo mejor para su hija, pero la decisión les crea un problema de imagen pública, dado que en España no se están legalizados los centros para conservar células madre de los cordones umbilicales.
Al común de los españoles podría parecerles inadecuado que los miembros de la familia real, la que los representa, dispongan de atenciones primarias inalcanzables para los demás ciudadanos. Porque no se trata de algo representativo, un palacio o un barco, o algo intrínseco en la realeza, sino de un servicio sanitario que debería ser igualitario, como el de los trasplantes de órganos.
Convendría ahora que la Casa Real, con su poder moral ante los grupos políticos, consiga que aprueben urgentemente la creación en España de esos bancos de esperanzas.
Quizás atenúe así una imagen equívoca incrementada, además, por el hecho de que sus miembros acuden solo a la sanidad privada, no a la pública, al contrario que los de otras familias reales europeas.
Quizás conociendo tantas quejas sobre la seguridad social como las que aparecen en los medios informativos sus Altezas piensen que sus servicios son malos. Aunque la Princesa de Asturias seguramente recordará, de cuando era periodista, que la mayoría de los centros públicos tienen excelentes personal y medios, a los que los mejores hospitales privados envían frecuentemente sus pacientes más graves.
Los miembros de la familia real gozarían de mayor aprecio si usaran la medicina pública; haciéndolo, perderían algunos de sus argumentos quienes tratan de dañar la Corona, precisamente, por detalles que, como éstos, evocan viejos privilegios.