El exhippy Steve Jobs le trae a este siglo lo que Walt Disney le entregó al XX: una fabulosa mente creadora de sueños, ilusiones y emociones infantiles, que consigue además que los mayores vuelvan a ser niños.
Recordemos los orígenes: Mickey, el personaje fundamental del éxito de Tío Walt, es un ratón humanizado dentro de la cultura judeocristiana, capitalista y occidental.
Quien evoque los años 30 al 80 del siglo pasado, verá nítidamente cómo los intelectuales denigraban a Disney, presentándolo como director de la propaganda imperialista y yanqui.
Para las izquierdas era de mal tono llevar a los niños a ver sus películas, aunque se hacía a escondidas. Y cuando los camaradas se veían en el cine hacían como que no se conocían.
Propaganda o no, los dibujos de Disney están vivos aún –hasta a ZP lo identifican con un Bambi, ahora carnívoro--, y siguen gustándole a los niños de los mundos musulmán, animista, taoísta o budista.
De los trazos coloreados se ha pasado a los programas informáticos de Pixar, la empresa creada por Steve Jobs, otro niño mayor, listo como Tío Gilito.
Uncle Steve, Tío Steve, como le llaman en EE.UU. es el creador de McIntosh y Apple, los Rolls Royce de la informática, y del actual iPod, reproductor de temas musicales que provocan sordera y autismo universal con sus auriculares.
Disney, que además de dibujos es la fantasía repartida en parques de todo el mundo, ha comprado Pixar e introducido a Tío Steve en su directiva y consejo de administración.
Tío Steve trae consigo un transgresor cambio de personajes: sus brujas y ogros son buenos, y los príncipe azules, estúpidos.
Tío Walt observará perplejo la nueva revolución Disney en la cámara criogénica desde la que dicen que espera resucitar.
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Hermann Tertsch publicó hoy uno de los mejores análisis que pueden encontrarse en la prensa española y europea sobre la crisis de los dibujos de Mahoma. Apareció en El País, su periódico. Si no fuera por Hermann, y por muy pocos más, ese diario se habría suicidado con bombas huecas en la cintura en aras del partido en el poder.
Abrupto final de una peligrosa quimera
HERMANN TERTSCH
El grupo terrorista Hamás arrasa en las elecciones palestinas, Irán dice querer la energía nuclear para fines pacíficos compatibles con el exterminio del sionismo, en Irak los dirigentes chiíes deshojan margaritas sobre sus lealtades y los terroristas se preparan para sazonar de muerte la campaña electoral al Congreso norteamericano y fortalecer a quienes quieren dejar en la estacada a la mayoría de los iraquíes comprometidos con el proceso democrático. En Afganistán, los talibanes reflexionan sobre donde exponer la cabeza del presidente Karzai y creen que, aunque en Holanda esta vez no pudo ser, pronto tendrán maduritos a los parlamentos europeos para que retiren sus tropas. En Siria, donde sin permiso del régimen no se mueven ni los grajos, manifestaciones masivas queman embajadas y los mulás corruptos y cómplices del régimen criminal de Assad hijo, exigen a Europa que les pida perdón. En Beirut se ha abierto la veda del cristiano. Y mientras, nuestra gran compañía del mundo libre, Google, se convierte en el mejor abanderado y símbolo del Zeitgeist cuando, -ofendido, públicamente y entre aplausos-, niega toda cooperación al Gobierno democrático norteamericano en la lucha antiterrorista y -discreta pero diligente y servicialmente- acepta trabajar para el régimen dictatorial chino en la censura y control de contenidos y abonados. Son apenas unos retazos de actualidad para el segundo lustro del milenio. Comienza entretenido.
Y sin embargo, quizás haya indicios de que podemos haber entrado en un proceso de clarificación imprescindible y urgente. Aun con tantas probabilidades de agotarse y fracasar, tiene algún viso de poderse articular y llevarnos a conclusiones y reacciones mas allá de vergonzantes condenas a las caricaturas o ridículas exhortaciones a la nada. La crisis desatada -que no generada- por los dibujos del Jyllands-Posten podría suponer el principio del fin de una gran quimera y de la hegemonía de un pensamiento tan vago como débil. Puede que por fin se genere la movilización intelectual de las sociedades democráticas contra ese Kulturpessimismus que intentan imponernos la equiparación general de los valores y su devaluación a opiniones, como base argumental del pacto con enemigos insaciables, el trueque de principios y dignidad por hipotéticas armonías y promesas de paz.
No debiera descartarse que la historia haga referencia a la intervención del domingo en Munich de la canciller alemana Angela Merkel. Habrá en nuestro espacio cultural muchos con problemas para digerir esta escena del "choque de civilizaciones" en estado puro: una mujer, la más poderosa de Europa, advierte al representante de una mafia de clérigos medievales de que "han cruzado la línea roja". Una mujer portavoz de la sociedad abierta; una mujer libre, que vivió la dictadura comunista y con la conciencia histórica alemana, que sabe que el nazismo triunfó por pasividad y complicidad de los demócratas; nadie más apropiado para decir a los mulás que sus desafíos tienen respuesta y que si las mujeres, los demócratas y la libertad son pisoteados por ellos en Irán, nunca lo serán aquí. Aunque ardan embajadas, no pasa nada grave que no sucediera antes de las caricaturas. Es posible que la situación clarifique los frentes que ya existían, identifique a aliados y enemigos reales, racionalice intereses y haga ver a muchos la inutilidad de disculparse por ser libres o por existir. Puede que este proceso despeje muchos malentendidos por el bien de todos, las sociedades islámicas y las occidentales y sus relaciones. Las occidentales no han de mendigar cariños para defender los principios que las convirtieron en prósperas y libres. Han de hacerse respetar para no depender de la merced de quienes desde el victimismo y el resentimiento creen poder movilizar en su favor la amenaza de un odio generado por su propio fracaso y sus muchas miserias. Merkel ha recordado que el nazismo triunfó cuando la sociedad libre se traicionó a sí misma. El nazismo y el comunismo sucumbieron cuando fue mayor la determinación de hacerles frente que la tentación de acomodarse a sus pretensiones. El islamismo ha expuesto esta semana sus pretensiones con una claridad meridiana. Por un lado la amenaza de la bomba, y por el otro la exigencia de nuestra rendición a sus exigencias. Merkel ha respondido poniendo coraje y principios en el corazón del discurso político de la Europa continental. Falta hace.