Como recordará usted, Miguel Ángel Moratinos anunció eufórico la semana pasada que Condoleezza Rice le había prometido el apoyo de George W. Bush a la Alianza de Civilizaciones de ZP.
Gran noticia: suponía un cambio estratégico fundamental en la política estadounidense para el oriente cercano que merecía primeras páginas. Pero, extrañamente, ni siquiera consiguió una triste línea en la prensa estadounidense.
¿Qué pasó?. ¿Mintió Moratinos o fue Rice quien lo hizo?: en realidad, fue como si Moratinos hubiera proclamado solemnemente que la capital de Italia es Roma, una vez que Condoleezza hubiera anunciado que visitaría la capital de Italia.
“Vean ustedes las importantes concomitancias que tienen nuestras diplomacias al coincidir en que Roma es la capital de Italia”, exclamaría el ministro español.
Es cierto que Rice le escribió una carta a Moratinos anunciándole su apoyo, condicional y selectivo, a la imposible Alianza de Civilizaciones.
Pero, simultáneamente, como a cambio, le pidió un servicio a Madrid: que presione al crecientemente autócrata presidente venezolano Hugo Chávez para que deje de acosar a los opositores, respetados demócratas, del grupo Súmate. Porque Venezuela podría estar volviéndose una nueva Cuba en su marcha hacia la dictadura.
Sabiendo que el Gobierno español no se mueve ya por principios morales, sino por intereses coyunturales, Washington le prometió su apoyo al proyecto de ZP, siempre y cuando sea compatible “con nuestros propios programas de objetivos para la región de oriente próximo", expresados en el Foro del Futuro vinculado al plan “Gran Oriente Medio”, y respaldado por el G8.
EE.UU., ante cuya bandera no se levantó Rodríguez Zapatero, está comprando su apoyo para los demócratas venezolanos al regalarle chicles y cigarrillos a la pintoresca Alianza de Civilizaciones que se inventó el primer ministro español en un día de mística inspiración.