Si Cristo adoctrinó a los suyos hace dos mil años para que cuando les pegaran pusieran la otra mejilla y sus seguidores mataron en su nombre hasta hace pocas décadas, qué no harán los creyentes más fanáticos de una religión que ordena pasar a cuchillo a quienes desprecian su mensaje.
Reproduciendo el segundo mandamiento recogido por Moisés, Mahoma proscribió hace casi 1.500 años las imágenes que pudieran inducir a la idolatría. Como las suyas propias o las de Alá. Y para que se cumpla ese mandato hay millones de islamistas dispuestos a asesinar a quienes no obedezcan.
Mientras numerosos grupos terroristas amenazan con esos asesinatos, veinte países islámicos iniciaron esta semana una cadena de represalias comerciales y diplomáticas contra Dinamarca, donde el periódico Jyllands-Posten publicó hace cuatro meses doce dibujos alusivos al comerciante, guerrero y polígamo que fue Mahoma.
Hombre cuya conducta era rechazada por judíos y cristianos. Porque, por ejemplo, se casó con Aisha, una niña de siete años, a la que poseyó dos años después. Ella fue luego su gran seguidora, y su caso, convertido en ejemplo, lo imita Irán legalizando el matrimonio de adultos, e incluso de ancianos, con niñas de nueve años: la pederastia santificada.
La reacción de tantos musulmanes por unas inocuas caricaturas es desorbitada si se analiza desde la sociedad racionalista, para la que ya no hay tabúes, y que pasó de venerar a Cristo a gratinarlo con su cruz en Canal Plus como un cordero asado.
Pero también es una reacción pendenciera y guerrera: nuestras libertades, conquistadas lentamente frente a los sentimentalismos, están encarándose a peligros apocalípticos provocados por una perturbada violencia religiosa globalizada.
Obviamente, no puede haber alianza de civilizaciones con gentes tan lejanas a nuestros conceptos de las libertades y del valor de la vida. Estamos acercándonos quizás al choque de civilizaciones temido Samuel Huntington. Por eso, debemos solidarizarnos con quienes se oponen al fanatismo, a las supersticiones y a los dioses y mitos que exigen volver a la barbarie.