Creemos que el Gobierno actual propende hacia el laicismo pero, muy al contrario, es tan profundamente piadoso que ve a cada criminal, especialmente si es terrorista, con los ojos puros de los primeros catecúmenos.
Estos gobernantes son aparentemente ateos, pero, vieja y católica España, actúan como sacerdotes poseedores de profundos sentimientos beatíficos nacidos del cristianismo más compasivo.
Cuando la directora de la cárcel de Algeciras, Isabel Martínez de la Torre, dice que los etarras bajo su custodia, que han asesinado, mutilado y destruido familias enteras, son “honrados y normales”, actúa como una predicadora de la doctrina cristiana más clemente: “Quien de vosotros esté sin pecado, que arroje la primera piedra”.
Por eso, no debe repudiarse a los terroristas que, como la adúltera que iban a lapidar, son humildes pecadores: ellos sólo han asesinado justificadamente porque, como proclamó en la ONU el presidente Zapatero, el terrorismo nace del mar de infinita pobreza e injusticia que domina el mundo. Pobreza e injusticia que también oprimen en el País Vasco.
Añade Isabel Martínez que “se puede aprender” mucho de los etarras presos. Si los que matan son tan buenos profesores, nuestro relativismo espiritual debe impulsarnos a admirar al resto de los “bienaventurados que sufren persecución por causa de la justicia”.
Los pederastas, por ejemplo, no matan y son tiernos y amorosos al violar niños: ¿No pueden ellos enseñarnos casi tanto como los etarras, acaso?.
Con una Administración tan misericordiosa como la que representa Martínez, y en aras del talante, debemos de alabar a los terroristas, pederastas y demás delincuentes: en el fondo, son buenos muchachos, algo nerviosos o exaltados, solamente.
Pero aprovechando que el infierno está lleno de buenas intenciones así, deberíamos crear monasterios de clausura perpetua y obligatoria para que recen hasta su muerte la reverenda Isabel y demás hermanos, devotos fervorosos de los peores criminales.