Fidel está satisfecho: buena parte de Iberoamérica está virando hacia un populismo que, aunque no sea comunista, simpatiza con su régimen y odia a EE.UU.
Las primeras actividades del próximo presidente boliviano, Evo Morales, fueron cumplimentar a Castro en Cuba y a Hugo Chávez, en Venezuela, y preocupar a Zapatero, en España.
Simultáneamente, ha roto la cortesía diplomática pocos días antes de iniciar su mandato al llamarle terrorista a George W. Bush y asegurar que “la coca está venciendo al dólar”.
Tremenda afirmación, esta última, porque la coca atonta a los consumidores y su alcaloide los destruye. Con o sin coca, los más de 3.000 metros del altiplano solo permiten vivir lentamente y producir poco: por lo menos, esa es una de las raíces de la pobreza de los indígenas.
Morales representa el espíritu de los inevitables líderes latinoamericanos populistas de palabrería y emociones primarias. Enfrentar coca y dólar es una muestra suicida de la demagogia más rústica, aunque parezca antiimperialista.
Pero ahí están, Evo y sus cocaleros esotéricos andinos, esperando a los OVNIS. Les sigue con ideas parecidas el candidato peruano favorito para la presidencia, Ollanta Humala, exmilitar, exgolpista e indigenista arcaico: otro extraterrestre, como Fujimori, al que intentó derrocar, y que empobrecerá más aún su país.
Llega también un administrador desastroso: el alcalde de México D.F., López Obrador, hábil demagogo que podría presidir al Azteca.
Por otra vía milonguera, aunque menos autárquica-anárquica-magufa, aparecen los tanguistas: el argentino, Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez, el presidente de Uruguay.
Lula da Silva, hunde su prestigio en la corrupción de, al menos, sus allegados, pero, para fortuna de Brasil, parece sentirse más cerca de los serios socialistas chilenos, como el presidente Lagos y su posible sucesora, Michelle Bachellet, que de Fidel Castro.
Evo Morales dice que aprecia a Zapatero, quizás porque ambos usan verbo floripondio. Pero es un previsible enemigo de las empresas españolas, y a ver cómo ZP logra que se conjuguen populismo e intereses capitalistas.