Pandora no debería haber abierto su Caja, pero levantó la tapa y se le escaparon todas las desgracias: la ambición, el resentimiento, la ira, la peste, los peores recuerdos, la guerra.
Asustada, cerró la tapa, aunque antes de que pudiera salir la Esperanza que neutralizaría tanto infortunio. Mucho tiempo después Pandora liberó la Esperanza, pero en el mundo solo quedaban dos personas vivas.
La Caja de Pandora y la Constitución española se parecen. Mucho. Cuando repudiando toda reflexión y prudencia ZP destapó atolondradamente la Constitución --¡hala, Generalitat, a volar, sed realistas y pedid lo imposible!--, empezaron a salir los espectros de una España cainita y autodestructiva.
Un cuarto de siglo después de casi un golpe de Estado, un general con gran responsabilidad de mando, el jefe de las Fuerzas de Tierra, apeló inesperadamente a la Constitución para advertir contra cualquier secesión de España y sobre la misión de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) como garantes de la unidad nacional.
Está arrestado. Pero el problema continúa porque, con la Caja de Pandora abierta, han salido ya demasiados males antes que ese alarmante y erróneo recordatorio de un militar sobre el papel de las FF.AA.
Como, por ejemplo, el oscurantismo del Gobierno negociando con los secesionistas catalanes para lidiar o sortear la Constitución. Interpretando a su gusto ese documento que los mismos aliados rompían o denigraban públicamente mientras legislaban contra libertades básicas, como la de expresión. Desairando, además, a los ciudadanos no nacionalistas.
Batasuna, declarada terrorista en España y Europa, protagoniza nuevamente la vida vasca, ETA sigue con sus atentados y el PNV destapa nuevamente su propia Caja, el Plan Ibarretxe.
Con la Caja abierta, los ciudadanos han perdido sus referentes, porque todo es relativo ante los intereses partidistas y el pacto egoísta de cada día.
Ahora, ya nadie sabe si la Esperanza de los españoles en si mismos y en su país está dentro o fuera de la Caja de Pandora.