Joaquín Leguina, presidente socialista de la Comunidad de Madrid entre 1983 y 1995 y actualmente diputado nacional, acaba de publicar un artículo que debería revolucionar el PSOE, pero su partido permanece frío como un ofidio.
“Fin de fiesta”, aparecido en el último número del semanario prosocialista “El Siglo”, es el mayor alegato antizapaterista que haya podido leerse desde la llegada al poder del actual presidente del Gobierno.
Porque la denuncia no procede de la derecha ni de la Brunete Mediática, sino de un socialista desde el franquismo, que además preside la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados.
Véase lo que dice del funcionamiento del PSOE: “La acción política de los afiliados sin cargos públicos o internos, lo que se llamaba antes “la base”, ha quedado reducida a la categoría de claque o de atrezzo en los actos públicos, es decir, en los mítines, siempre pensados para, por, sobre, tras... la televisión”. Con estos métodos, Leguina le augura a la dirigencia socialista actual “una supervivencia dudosa”.
El artículo toma como motivo la defenestración de los militantes nacidos antes de 1950, incluyéndose él, pero también a González, Guerra y a los que resucitaron el PSOE tras la larga noche franquista.
La defenestración, que podría interpretarse como un golpe de estado interno, la lograron “estos mozos”, halagando a los líderes anteriores mientras “estaban afilando las facas con una perseverancia digna de Napoleón... o de Cesar Borgia”.
Instalados ahora en “el silencio de los corderos”, los socialistas históricos como Leguina sienten tristeza y decepción, aunque más decepción les producen los supervivientes, que los hay, que se mantienen tras subirse alegremente al carro de la “reivindicación territorial”
Tremendo artículo, el de Leguina, pero el ofidio ni se inmuta, tal es su soberbia, o quizás su interesado autismo.