Los militares se llevaron a sus dos hijos, y después a su nuera. Enseguida murió su único hermano, luego su padre y, por último, su marido. Todo, entre 1976 y1983, los años de la terrible dictadura militar argentina que produjo 30.000 desaparecidos.
Hebe de Bonafini comenzó, como muchas otras madres con familiares también desaparecidos, a pedir que le devolvieran a sus hijos caminando por la inmensa Plaza de Mayo, de Buenos Aires. Cubiertas con su distintivo, un pañuelo blanco.
Madres atormentadas por la venganza de los militares, de su inmenso poder armado. Y militares que habían sido víctimas de algunos hijos de esas mujeres, los montoneros, violenta mezcla de peronistas, fidelistas, comunistas sovietizantes, trotskistas y anarquistas.
El terrorismo montonero había sido brutal. Aunque mucho menos de lo que vino luego, cuando los militares destituyeron a Isabelita Perón, que gobernaba inspirada por brujos.
Hebe de Bonafini, que quedó como líder de las Madres tras varias rupturas del grupo, comenzó luego a aparecer como ultraizquierdista que apoyaba luchas nacionalistas y revolucionarias en todo el mundo.
Quizás haber sufrido un dolor tan desmesurado le produjo un odio desequilibrado y ciego hacia todo orden democrático: como los militares, pero sin sus armas.
Muchos simpatizantes españoles de su movimiento, descubrieron que su heroína defendía a ETA, Batasuna y a los terrorismos que asesinaban a seres indefensos.
Una actitud que le hizo perder numerosos apoyos, que se orientaron hacia otras madres, como la Línea Fundadora, que acusaba a Bonafini de usurpadora, y a las Abuelas de la Plaza de Mayo.
Ahora, a sus 77 años Hebe de Bonafini ha anunciado que dejarán de rondar la Plaza de Mayo con su grupo, aunque otras organizaciones continuarán.
Pactó con Kirchner ser su aliada: vuelve al peronismo, la amalgama ideológica en la que se inició.