Durante sus primeros ocho años de mandato, entre 1982 y 1990, Felipe González era el líder carismático de un PSOE que, habiéndolo reconstruido desde la nada, dentro de él tenía a numerosos compañeros que criticaban su gestión.
No ocurre lo mismo con José Luís Rodríguez Zapatero, que pasará a la historia por haber entregado su partido y España a la voracidad de los nacionalismos, pero contra quien nadie importante de los suyos protesta.
En el Comité Federal del fin de semana tuvo nula oposición, a pesar de que la mayoría de los asistentes estaban en desacuerdo con su negociación del Estatut que robustece ya, casi inevitablemente, el secesionismo de los nacionalistas catalanes.
¿Cómo es que alguien como Felipe, que lo era todo, tenía oposición y otro como ZP, cuya aportación es nula a la historia del socialismo, obtiene un apoyo casi unánime?. ¿Es un avión, un OVNI, es Superman?.
Nada de eso: los cuadros actuales del PSOE le deben su vida confortable y su empleo a ZP, mientras que los de la época González eran autosuficientes.
Aquellos dirigentes eran acreditados profesionales. Conocían el mundo laboral. Habían trabajado en empresas o en la administración. Podían ganarse la vida fuera de la política: si no se plegaban al presidente nunca les faltaría el pan.
La nueva generación, la de Zapatero, incluyéndole a él, son políticos maniobreros profesionales. No saben hacer otra cosa. Nunca han estado en el mercado laboral. Muchos no tienen estudios, ni oficio, ni beneficio. Y si son sindicalistas, se hicieron liberados cuando empezaban y nunca volvieron a trabajar.
Zapatero es su sustento, su salvación, su pan. Su presidencia les ha dado sus cargos. Si cae ZP, ellos se hunden. Es la degeneración de la política, característica de generación, de esta generación..