Una de las situaciones más desagradables que pueden sufrir los demócratas es cuando la extrema derecha se añade a defender sus causas, como ocurrió días atrás en el juicio de Madrid contra la infraestructura política de ETA: unos fascistas, ondeando sus banderas, se mezclaron con las víctimas del terrorismo, que asistían solemnemente a la vista, y se pusieron a insultar a los proetarras.
Las imágenes de tantos demócratas rodeados por símbolos preconstitucionales llegó a las televisiones nacionalistas, que hicieron creer que las víctimas de ETA eran ultraderechistas, y que los proetarras estaban siendo intimidados por todos aquellos neonazis.
Buena parte de los demócratas han tenido que volverse “mayoría silenciosa” y evitar organizar manifestaciones para que no se les unan los extremistas con sus cantos y emblemas que desvirtúan cualquier causa noble.
En Australia, una protesta cívica contra unos musulmanes que molestan, persiguen y violan a las mujeres por estar provocativas en la playa de Cornulla, en Sydney, se ha transformado esta semana en un motín racista porque los neonazis se apoderaron de la indignación general y se lanzaron contra la gente de aspecto árabe.
Los ataques ultraderechistas fueron lo suficientemente llamativos como para ocultar el origen del caso, que era la humillación permanente, los golpes y las numerosas violaciones, a veces masivas, que sufrían las espectaculares surfistas de Cornulla.
Algo parecido pasó en El Ejido, Huelva, hace cinco años, cuando las protestas contra un asesinato y los desmanes de una minoría de inmigrantes fueron convirtiéndose en motines ultraderechistas.
El antropólogo Mikel Azurmendi demostró después que había razones para que una mayoría ciudadana, la "mayoría silenciosa", exigiera actuaciones contundentes de la Justicia contra los inmigrantes antisociales.
El mal, realmente, nace de la tolerancia policial y judicial con agresores, sean estos de la etnia o creencia minoritaria que sean, que invita a que la extrema derecha aproveche la indignación popular para desacreditar las protestas democráticas.
DON JULIÁN MARÍAS
Si algún día las izquierdas españolas recuperaran la conciencia tendrían, tendríamos, que golpearnos el pecho como posesos y proclamar públicamente nuestra vergüenza e indignidad por haber maltratado a un ser como don Julián Marías, mucho mejor, más honesto, más luchador, más demócrata, más honrado y más limpio que todos nosotros.
Don Julián, y el cronista, además de leerle, siguió algunos de sus ciclos de históricas conferencias sobre filosofía, sobre España y sobre Ortega y Gasset, era un republicano esencialmente sabio y bueno, que siempre fue visto como extraño y maldito por el franquismo: era un peligroso liberal sin más amo que su conciencia.
Pero la izquierda fue, seguramente, peor con él, a pesar de haber sido el último amigo y la última compañía antes de su muerte de Julián Besteiro, aquél prototipo del socialismo humano, del PSOE verdaderamente humanista, que ahora hubiera visto con vergüenza, parecida a la que vivió en distintos momentos de la República y de la Guerra Civil, a donde ha llegado a caer su Partido.
Don Julián Marías, uno de los grandes pensadores europeos ya en la República, sufrió con el franquismo cárcel, persecuciones, exilio que él no veía como expulsión, sino como camino para enseñar en grandes cátedras americanas, como Yale, mientras le cerraban las cátedras de las universidades españolas. Puertas cerradas por mediocres a este gran metafísico, escritor, fotógrafo, amante del cine, en realidad polígrafo, sabio absoluto.
A don Julián lo rechazaban las universidades españolas porque nunca quiso firmar la adhesión a los Principios del Régimen – que sí suscribieron tantos profesores a los que admirábamos como demócratas--, y hasta le boicotearon su tesis doctoral.
Sin embargo, él nunca pronunció una palabra contra todos aquellos que tanto le dañaron, franquistas y antifranquistas, y después, a pesar de seguir siendo republicano, el rey Juan Carlos supo convencerlo para que fuera senador real de los que ayudaron a crear nuestro régimen de libertades.
La izquierda, en los años 1960 y 1970 lo despreciaba. Quienes siendo de izquierdas comprendíamos sus sentimientos amistosos hacia EE.UU., porque habíamos conocido, estudiado o vivido en aquél país, fuimos cobardes por ser incapaces de decir que tenía razón.
Callamos y dejamos correr la especie de que su amor por una democracia como la norteamericana quizás se debiera a que podía ser un agente del Imperio. El cronista tuvo ocasión de desmentir aquella idea en algunos círculos influyentes de la izquierda, cuando los acusadores y acosadores de don Julián no ocultaban su admiración por la URSS, por Fidel Castro, por Mao Zedong, por las horribles tiranías que el cronista conocería después. Pero no lo hizo por miedo, precisamente, a ser acusado de lo mismo que él.
El cronista se avergüenza ahora, porque en aquellos años fue incapaz de revolverse contra aquella la izquierda que era una dictadura dentro de la dictadura, en la que toda idea fuera de la ortodoxia se suponía que tenía que proceder de un agente del imperialismo.
Pobre don Julián, cuánto daño le hicimos silenciándolo y despreciándolo, cuando él estaba más cerca de una izquierda sana y honesta procedente de un humanismo cristiano algo anglosajón y precursor del Vaticano II, más humano, justo y limpio, que del materialismo que nos parecía el principio y el fin del pensamiento racionalista.
Ha muerto un gran hombre, y cuando se homenajea a seres inmundos que participaron en matanzas, y a los que alguna vez admiramos por ignorancia, los que nos hemos ido del circuito miserable de la política oportunista sentimos desprecio de nosotros mismos.
Por haber sido injustos durante tanto tiempo con los hombres buenos como don Julián Marías, aunque hayamos tratado de enmendarlo tardíamente, ya en democracia, y por seguir aceptando que se presente a los malvados como a seres honorables.
LECTURA RECOMENDADA
http://arroeta.blogia.com/
Las guindillas de Patxi Arroeta
17/12/2005
EL PSE SUBVENCIONA A ETA
La infamia que muchos venimos denunciando desde hace tiempo se ha consumado: una vez puesto en marcha el “Plan Zapatero” para dinamitar la constitución española de consenso de 1978 para sustituirla por una suerte de confederación ibérica de naciones con el doble objetivo de firmar un “armisticio” con ETA -por rendir el Estado a sus objetivos secesionistas- y mantenerse en el poder ininterrumpidamente –aunque sea en coalición con los partidos nacionalistas-, todo avanza según lo previsto.
El monaguillo vasco de Zapatero, Don Nadie López, aquel al que la madre del socialista vasco Joxeba Pagaza avisó de que "quien pacta con los traidores se convierte en un traidor" , el que acudió como un corderito al diario de ETA para anunciar que estaba dispuesto a declarar el País Vasco como nación soberana y a gobernar con el aparato político de ETA, Batasuna, acaba de firmar su sentencia de muerte como demócrata.
Don Nadie López, el monaguillo de Zapatero, el tonto útil de ETA-Batasuna, es desde ayer también el palanganero de Ibarretxe, el que está dispuesto a llevar el agua y jabón para lavar sus partes pudendas al lehendakari que va a sodomizar a la sociedad vasca con un proyecto etnicista y secesionista en colaboración con sus mamporreros, los chicos de ETA.
Por primera vez desde que el PNV traicionó al PSE y pactó con ETA la secesión del País Vasco, el PSE dirigido por esa cuadrilla de cripto-nacionalistas a las órdenes de ZP, ha aprobado el presupuesto del gobierno vasco separatista.
Un presupuesto que además de promocionar el Plan Ibarretxe para la secesión vasca, conlleva entre otras infamias la subvención a ETA, vía familiares de presos etarras.
EL PSE subvenciona a ETA, la organización que ha asesinado a Joxeba Pagaza, Fernando Buesa, Fernando Múgica y tantos otros socialistas vascos. ¿Cabe mayor ignominia? Sí, cuando Zapatero pacte definitivamente con ETA la excarcelación de todos los asesinos de casi mil españoles caídos por defender la constitución democrática de 1978.