Muriel Deguaque, la mujer belga de 38 años que se suicidó como terrorista-bomba en Bagdad hace dos semanas es, solamente, el primer caso llamativo de alguien de origen cristiano convertido al islamismo más fanático y asesino.
Un personaje cuyo ejemplo debería de preocupar a los españoles: el diplomático, arabista y diputado popular, Gustavo de Arístegui, afirma que, según informes policiales, hay ya entre 250 y 400 jóvenes procedentes de las juventudes proetarras de Jarrai que se han convertido al islam.
En su libro “La yihad en España”, que acaba de publicarse, Arístegui asegura que los islamistas esperan reconquistar España con la ayuda de conversos como éstos.
El ardor misionero musulmán vive un reavivamiento que cree en la inevitabilidad de que el mundo entero se entregará al islam, que significa sumisión a Alá.
Esta ebullición religiosa lleva a muchos dirigentes musulmanes a predicarle su fe a los políticos de otras creencias, aprovechando cualquier negociación.
El acto más llamativo de este carácter es el reciente intento de convertir a Fidel Castro en mahometano a través de la predicación del ayatolislam iraní Mohammad Reza Hakimi, que informó la semana pasada en Teherán, tras un viaje a Cuba, de que estuvo muchas horas hablando con el líder cubano, que se mostró muy receptivo al mensaje del Corán.
Los islámicos tienen un antiguo sueño americano: la creación de lo que llamaríamos Amerabia, para lo que, por todo el continente, mantienen numerosos misioneros.
Uno de sus campos predilectos de misión son los mestizos, a los que les hacen creer que su sangre española procede de musulmanes que huyeron de España hacia el Nuevo continente, y cuya fe quedó dormida tras varias generaciones de persecución, pero que despierta ahora.
Imaginemos, aunque solo sea como un ejercicio de posibilidades, que lo que consiguieron con una belga, y ya veremos qué ocurrirá con jóvenes musulmanes proetarras, lo logran también con indígenas, mestizos y gentes menos cínicas de lo que seguramente es Fidel, como el cocalero boliviano Evo Morales o el espadón Hugo Chávez.