“Nunca abandonaré el PSOE”, aseguran casi al unísono Rosa Díez y Nicolás Redondo Terreros, dirigentes socialistas vascos defenestrados por ZP y por su procónsul Francisco López, nacionalistizado, que no nacionalizado, como Patxi.
No se irán, pero su partido, abducido por una generación de ambiciosos amedrentados, está pensando en echarlos.
Entre otras muchas razones porque Rosa Díez ha publicado una carta en ABC en la que denuncia la traición de los dirigentes del PSOE a sus militantes perseguidos y asesinados por el nacionalismo: tanto, que el Partido de López se niega a condenar ahora los homenajes a los asesinos etarras.
La carta es respuesta a Patxi, que en declaraciones al periódico proetarra Gara, llama ultraderechistas a muchos miembros del Foro Ermua, nacido tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, y reforzado después de la ejecución de varios socialistas.
Uno de los responsables del Foro, el alcalde socialista de ese pueblo, Carlos Totorika, fue quien evitó que numerosos vecinos indignados atacaran a los proetarras más conocidos de la zona tras el sádico asesinato de Miguel Angel.
Es decir, según López están rodeados por ultraderechistas los socialistas Redondo, Rosa Díez, Totorika, incluso Maite Pagaza y su madre, familares de otro asesinado por ETA, y los demócratas que rechazan rendirse a ETA, a Batasuna y al nacionalismo que persigue a los no nacionalistas.
A esto ha llegado el partido de Julián Zugazagoitia, uno de los 35 diputados socialistas y uno de los tres exministros de la República ejecutados por Franco.
A esto ha llegado el partido de Tomás Meabe, nacido en una familia nacionalista, pero fundador de las Juventudes Socialistas en las que ingresó José Luís Rodríguez Zapatero, aunque un poquito tarde, con 19 años, y no a los 17 como dice ahora. Cuatro años después de la muerte de Franco. En las Juventudes Socialistas era común adherirse a los 14 ó 15 años. Sobre todo si se tenía familia socialista como dice ZP que era la suya, aunque a esa edad estudiaba en un colegio religioso quizás por influencia de su familia materna, que era franquista. Sí, podía haber ingresado cuando Franco aún vivía, como otros jóvenes...
Hace tres décadas ahora que murió el Dictador y la rendición ideológica que él no obtuvo la están logrando el cansancio, el miedo y, sobre todo, el deseo de estar bien relacionado con el nacionalismo, posible vencedor del débil proyecto de Zapatero, que como para él todo puede ser una nación, España podría empezar siendo tres.
En esta situación no es aventurado creer que estos socialistas que mandan ahora en su partido y en España parecen querer recibir algo del reparto que hará el nacionalismo de los territorios con los que pretenden quedarse.
Lo único que le faltó a la carta de Rosa Díez fue llamar a una revuelta en el PSOE para evitar que los que ahora lo dirigen sigan traicionando su historia y convirtiéndo a su Partido y a esta vieja España en un despojo.