Numerosos comentaristas dedican hoy su trabajo al discurso de ZP ante el Congreso para defender la legitimidad del Estatuto urdido por el parlamento catalán, pero para este cronista la aportación política más importante de ZP a la modernidad sigue siendo su idea de que disuadir de fumar es de izquierdas.
Ya trataremos sobre el Estatuto, que será noticia durante muchos meses. Ahora es la ocasión de volver hacia la doctrina zapateril sobre el tabaco, olvidada demasiado rápidamente. Porque tiene enorme trascendencia ideológica: pocos rojos, como él se autodefine, son capaces de incorporar al marxismo científico ideas tan naturistas, claramente zen y, por tanto, de la Alianza de Civilizaciones.
Gracias a su aportación teórica disponemos de nuevos elementos de análisis de la ciencia marxista, en decadencia desde la muerte del gran maestro Groucho, en 1977.
Los intelectuales, por tanto, deberán extraer importantes conclusiones basadas en la reflexión zapaterista. Por ejemplo: si la derecha no disuade de fumar, es porque ama las toxinas, y como la carne tiene toxinas, comerla es de derechas. La izquierda debe ser vegetariana y el centro comerá pescado.
La leche extraída de un animal, le vaca, es de derechas, pero la de soja es de izquierdas. Los calzoncillos slip son de izquierdas, los boxer, de derechas. Los calcetines tobilleros de izquierdas, los rodilleros de derechas
Antes era de izquierdas subir los impuestos: ahora es bajarlos. La derecha tendrá que incrementarlos para evitar ser también roja.
Otrosí: Santiago Apóstol es de derechas, porque los moros que derrotó en Clavijo eran progresistas, como afirman los islámicos que ingresan a borbotones en el PSOE que rige ZP.
Ciertamente, hay pequeñas contradicciones en el pensamiento marxista-zapateril. Verbigracia: gracias a ZP los homosexuales deberían ser de izquierdas, pero no, porque en el cosmopolita y encantador barrio gay de Chueca, en Madrid, donde se hizo famoso Pedro Zerolo, la mayoría de ellos y ellas votan a las derechas.
Asombroso. Debe de ser porque porque ZP quiere casarlos casi a la fuerza, como si el matrimonio fuera progre, pero casi todos y todas escapan de tal compromiso porque prefieren ser libres, sin ataduras, como casi siempre.