Quien crea que los estudiantes que fracasan en junio deben examinarse en septiembre, que el adolescente que no quiere estudiar debería poder formarse para tomar un oficio, que hay que premiar el esfuerzo, o que la “Alianza de Civilizaciones” es solo propaganda, es definido por este Gobierno y su corte mediática como facha, derechista cavernícola o ultraderechista.
Sin embargo, la verdadera izquierda siempre ha defendido que debe premiarse el esfuerzo, que los oficios son buenos y que las culturas avanzadas deben de ayudar a las primitivas a progresar, pero no aceptar el relativismo de que son iguales o equiparables.
Se han trastocado los valores de la izquierda, y ahora es difícil saber cuánta gente izquierdista sin saberlo estaba en la manifestación del sábado contra la política educativa del Gobierno, y cuánta protestaba solamente por la asignatura de Religión.
La extrema derecha es agresiva, de pensamiento único, conmiserativa con quien no comparte sus valores, imperativa para imponerlos, e iluminada para salvar al mundo de sus errores: exactamente, en lo que ha devenido buena parte de la seudoizquierda dominante.
Desde el Concilio Vaticano II, gente así es minoritaria en el catolicismo. Parte de la derecha católica defiende numerosos valores cívicos de la izquierda y refuerza los humanísticos tradicionales; al extremo de que algunos curas se pasaron y se hicieron revolucionarios izquierdistas.
Por eso, la Transición democrática fue el fruto de la colaboración entre la izquierda culta y democrática, y la derecha evolucionada.
Pero aquella izquierda, arrinconada, despreciada y acusada de ultraderechista ahora, ha sido sustituida por una seudoizquierda inculta y antisistema que pretende crear una sociedad sin cánones ni valores verdaderamente progresistas. Para esta gente que manda el lema es que “todo vale”: mucho progre se ha convertido en progrefacha.
Y, aunque sorprenda, en la seudoizquierda dominante hay más derecha cavernícola preconciliar que en la derecha postconciliar.
LOSANTOS
Tiene un apellido de espíritu religioso, Losantos, pero a Federico Jiménez Losantos el poder político le está gritando vade retro, le llama Diablo, Satanás, y hasta un juez catalán acaba de escribir una fatua en los periódicos, como aquella del imán Jomeni contra Salman Rushdie, con la que parece desear que alguien lo condene a muerte.
Lo acusan de crispar a la ciudadanía española con sus campañas contra el Gobierno, pero lo cierto es que sus medios son limitados: solo cuenta con una cadena de radio, una columna en el diario El Mundo y el periódico de internet Libertad Digital.
Sus contrincantes tienen, quizás, cinco o diez veces más medios que él, que parece un Gulliver en el país de los gigantes. Pero tiene amedrentados a los gigantes porque es culpable, en buena parte, de la pérdida de prestigio del Gobierno ZP y de la impopularidad creciente del tripartito catalán.
FJL es un deslenguado que no respeta casi nada. Ya antes de que el PSOE gobernara España era poco querido por importantes dirigentes del PP: consideraba a José María Aznar un blando frente al poder del grupo de medios informativos y de entretenimiento PRISA, de Jesús de Polanco, y le advertía que si no lo perseguía, el propio Aznar y su partido iban a terminar muy mal.
Jiménez Losantos es el azote de la izquierda española, pero no se priva de criticar a la derecha e incluso a la Casa Real, lo que le da un aire de iconoclasta que no deja en pie ni al Losantos de su propia imagen.
En su juventud era uno de los intelectuales de los que el comunismo español estaba más orgulloso. Como Pío Moa, el exGrapo que ahora es otro Satán para la izquierda, manejaba con sabiduría la dialéctica marxista.
Se comprueba con ellos que el mejor antiizquierdista es el que fue comunista: conoce como nadie su sistema de pensamiento, pero, sobre todo, sabe descubrir las ambiciones de sus militantes, que también son humanos.
Lo único que respeta es la Iglesia católica, propietaria de la cadena de radio COPE, que es la que le da la libertad de la que goza.
Es tanto el daño que está haciéndole a ZP y a la actual Generalidad catalana, más nacionalista que izquierdista, que ambos han lanzado todos sus ejércitos contra él: cadenas de radio, televisiones, periódicos, internet y el poder intimidatorio del Gobierno amenazando al Vaticano y a los obispos con quitarles las subvenciones estatales.
Porque, además de sus acusaciones habituales contra la izquierda, entre él y el diario El Mundo han mordido como perros de presa al ministro Montilla, líder del socialismo catalán, a cuenta de la condonación de seis millones de euros de una deuda que tenía su partido con la Caixa. Y no lo sueltan.
Están creando un enorme escándalo que afecta a la credibilidad del socialismo catalán, del español y de la Caixa prestamista, claramente favorecida por Montilla en la OPA de Gas Natural, una empresa que controla la entidad de crédito, sobre la principal eléctrica española, ENDESA. Sería el pago del PSOE a la condonación de la deuda, según Losantos.
Las campañas del comunicador convierten en éxito todas sus llamadas contra el Gobierno: la última, la gigantesca manifestación del pasado sábado en Madrid en contra de la futura ley educativa, LOE, elaborada por el PSOE.
Pero, a la vez, están arreciando las campañas contra FJL y contra los obispos. Hasta un juez de Barcelona, Carlos Fando Malagarriga, escribió una columna periodística en la que parecía lamentar que Terra Lluire no le hubiera apuntado al corazón cuando le disparó a una rodilla y le dejó seriamente herido.
Losantos es un fenómeno mediático que podría ser objeto de una tesis doctoral sobre cómo una pequeña ola puede ser mortal para quien no sabe nadar, o el aviso de que detrás viene un maremoto, un terrible tsunami. Aunque el apoyo de la Iglesia Católica hace mucho más poderosa a la pequeña ola que es este hombre, también pequeño físicamente.