Hace treinta años que Europa Press se le adelantó en uno o dos minutos a la Agencia EFE en dar la noticia de la muerte de Francisco Franco.
El redactor de guardia de EFE, entonces CIFRA, en el Hospital La Paz, donde murió el Dictador, era este cronista, el primer informador que conoció el fallecimiento.
Corresponsal en Bruselas, estaba en España de vacaciones y pidió romperlas para vivir el final del Régimen. Pero un estúpido teléfono que comunicaba le impidió ser el primer periodista que anunciara la terminación de aquella dolorosa etapa histórica.
Una etapa que estaba muriéndose desde hacía algunos años: el cronista, que militaba entonces en el que era minúsculo, microscópico, PSOE, puede atestiguar que parte de la estructura franquista estaba preparándose para aceptar la Democracia.
Especialmente, la oficialidad joven de las Fuerzas Armadas: el Partido le había encomendado al cronista mantener relaciones discretas con militares, especialmente en Bruselas, sede de la OTAN. España no pertenecía a esa organización, pero era frecuente que oficiales y jefes españoles asistieran a encuentros y cursos con sus colegas de las democracias europeas.
Aunque varios de sus contactos pertenecían a la UMD, Unión Militar Democrática, formada oficiales admiradores de la Revolución portuguesa de abril de 1973, la mayoría no estaba afiliada a asociación opositora alguna.
Era gente muy preparada, que conocía las democracias occidentales, cosmopolita, que a veces tenía carreras universitarias y que estaba convencida de que el Príncipe que algún día iba a ser Rey deseaba una España democrática. Muchos fueron los militares más leales a la Constitución años después, durante el 23F.
Sí: buena parte de las Fuerzas Armadas españolas deseaba la Democracia, y estamos olvidándolo; por eso, este cronista quiere rememorar a esos demócratas de uniforme gracias a los cuales él pudo ser más libre y sin ataduras ideológicas, porque la estabilidad democrática que garantizaron le hicieron innecesario, algún tiempo después, seguir militando en un partido.
SEÑOR CON BUFANDA
El triunfo del Barcelona sobre el Real Madrid del pasado sábado ha servido para que los periódicos catalanes lleven desde entonces cantándole loas no al fútbol de Ronaldinho, sino al Estatut de la Generalitat, que ha logrado el aplauso en el Bernabéu de muchos madridistas, entre ellos,un señor con una bufanda con el emblema de su equipo.
El señor de la bufanda madridista que mostraron las televisiones aplaudiendo el juego del club barcelonés es, para la prensa catalana, la expresión de la España que aprueba las demandas del nacionalismo catalán.
Incluso para el director de La Vanguardia, José Antich, el señor de la bufanda indica que “la gente sigue teniendo sentido común, aislándose de campañas incendiarias y dejando la defensa de una idea encorsetada de España en manos de los que practican un ruido tan infernal como ininteligible”.
Esta frase lapidaria aparece hoy en ese periódico que a veces es bastante sensato, pero que se ha volcado en la defensa del Estatut como si con él fuera su propia supervivencia. Y es posible que sea así teniendo en cuenta las ayudas que le concede la Generalitat a los medios catalanes afines.
Esta mezcolanza de política con el buen gusto futbolístico es lo que provoca lo que podríamos llamar el mal de altura del forofo nacionalista: un vértigo mareante que impide distinguir las distancias y los volúmenes, por lo que la admiración por el juego del Barça se transmuta en tolerancia con el soberanismo de los políticos catalanes.
El forofo nacionalista lo analiza todo en función de su ideología. Para él, un quiebro de Ronaldinho es el hábil contoneo con el que Artur Más conseguirá en las Cortes que Cataluña se llame Nación.
Por eso no pueden entender que el señor de la bufanda, como muchos otros que aplaudían el juego barcelonés, había estado en las manifestaciones en contra del Estatut, y que volverá a salir a cualquier otra demostración por la unidad de España.
Aunque sea solamente porque desea seguir viendo jugar el Barcelona contra el Real Madrid, y para evitar que los nacionalistas catalanes terminen teniendo que hacer una liga de fútbol para ellos solos.