Oye, vente a España de turista, que esto es increíble: el mejor país del mundo en el que puede divertirse uno con el alcohol más barato y la gente más consentida; aquí se pueden hacer cosas que en nuestro país nos costarían unas multas ruinosas.
Son semibárbaros aún, y seguramente es cierto que África empieza en los Pirineos. Menos en algunos hoteles y restaurantes, en todas partes menosprecian a los clientes, especialmente si son españoles.
Es que aquí la gente de algunas regiones sigue creyéndose aristócrata y suele ser antipática, despectiva y gritona con los demás. Pero todo es tan barato que vale la pena aguantar.
Aunque estén sobrios, son más vándalos que cuando nosotros estamos borrachos: arrojan al suelo todos sus desechos, cigarrillos encendidos, papeles, chicles, envases y, sobre todo, dejan que sus animales domésticos defequen por donde pisan los demás.
Es raro el español que recoge con una bolsa las deposiciones de su perro. Si alguno lo hace lo ven como a un imbécil. Sin ser de la familia le llaman primo, no sé por qué. Barcelona es genial: está de moda que la gente orine en todas las esquinas y portales más elegantes. ¡Cómo huele aquello!.
No tienen consideración alguna con los otros. En los semáforos, nada más ponerse la luz en verde, pitan enloquecidos sus cláxones. No importa la hora, que puede ser de madrugada, ni el lugar, aunque sea un hospital. No alertan de un peligro con la bocina, sino que expresan su irritación y mal humor perennes.
España no es como la pintan en la publicidad turística. Es un país más maravilloso aún, a pesar de su gente tan desagradable: tiene sol, playas y es barato para lo que queremos, vino, cerveza, juerga y sexo fácil.