Debería ser la fotografía político-económica del mes: ocho miembros de la familia Ruiz-Mateos recibiendo este fin de semana a la alcaldesa socialista de Jerez, Pilar Sánchez, que iba a pedirles 600.000 euros como donación para su arruinado ayuntamiento.
Hace 22 años, en 1983, los compañeros de partido de Pilar Sánchez le habían expropiado a esa misma familia varios centenares de empresas, incluidos media docena de bancos, y habían enviado a prisión al patriarca, José María, como estafador.
Aunque criticada por respetados juristas, la expropiación se declaró constitucional. La mayoría de los ciudadanos la creyó justa porque, explicaba el Gobierno, aquél imperio estaba construido con aire.
Pero después vieron que daba gigantescas plusvalías a quienes habían ido comprándolo troceado. Descubrir lo turbio de aquella historia, y la posterior aparición de filesas y roldanes, hizo que muchos socialistas comenzaran a desconfiar de la honradez de su partido.
José María Ruiz-Mateos huyó al extranjero, desde donde denunciaba al Gobierno y al Opus Dei, organización a la que había pertenecido y que lo había traicionado, según afirmaba.
Extraditado por Alemania, y tras una etapa de cárcel en España, inició sus espectaculares actuaciones para llamar la atención. Disfrazado de Superman, por ejemplo, amenazaba “¡Que te pego, leche!” a quien había dirigido la expropiación, el exministro Boyer.
Luego fue opacándose, mientras que su mujer, Teresa Rivero, se hacía famosa como la primera presidenta de un club de Fútbol, el Rayo Vallecano madrileño.
Pero, como la abeja que es su emblema, iba reconstruyendo su colmena: un imperio industrial y financiero del que se habla poco. Aunque debe ser importante para permitirse concederle 600.000 euros para fines sociales a Jerez y prometerle gestionar la llegada de inversiones internacionales.
Cómo gira la historia: Ruiz-Mateos seguramente sonríe rumbosamente ahora, mientras que Pilar Sánchez y los suyos deben sentir vergüenza por tener que implorarle caridad a su experseguido.