El relativismo cultural, el desinterés por la historia del pensamiento y de las religiones, y el miedo a afrontar el origen del terrorismo islamista han impulsado a Europa a engañarse a sí misma tratando de creer que todas las creencias son similares.
La última manifestación de este concepto viene del ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, que prepara la reducción de las subvenciones estatales a la iglesia Católica afirmando que otras religiones tienen tantos derechos como ella.
Sería cierto si se refiriera a las protestantes, la judía o la budista, por ejemplo, pero falso si quiere equipararla a la islámica.
El cristianismo, el judaísmo o el budismo pueden ser creencias modernas, respetuosas de los derechos humanos. Las primeras evolucionaron, especialmente desde la Reforma y la Ilustración, pero el islam está como en el siglo VII, dictando un sistema de vida absorbente y absolutista que controla a sus creyentes más fieles como una secta destructiva.
Aunque haya élites que acepten los valores democráticos, la mayoría de los musulmanes siguen en el medioevo, a casi mil quinientos años de la contemporaneidad.
La Declaración de los Derechos Humanos (El Cairo, 1990) de los 54 países de la Conferencia Islámica dice en sus artículos 24 y 25 que todo ser está sometido a la voluntad de Alá expresada en la sharía o ley religiosa: la que el imán de Fuengirola aplicaba para recomerdar cómo pegarle a la mujer sin marcarla. Era una de tantas ordenanzas salvajes de su religión que se toman mayoritariamente al pie de la letra.
Las doctrinas, obligaciones, prohibiciones, los castigos y los rítmicos rezos implacables lavan el cerebro y llevan a un estado hipnótico ciego, irreal y carente de todo pensamiento autónomo.
Fundada como religión guerrera, ensalzando al Mahoma de las nueve espadas que llegaron a matar a 900 judíos en un día, tiene un fermento que crea fácilmente sueños de violencia, monjes-soldados transformables en asesinos y suicidas, obsesos de Alá.
Y ahora se les añaden como simpatizantes y conversos numerosos exizquierdistas sin catecismo espiritual tras el hundimiento de la URRS que necesitan doctrinas infalibles y que odian, como los islamistas, los valores democráticos.
Ministro Aguilar: no ayude a convertir más aún Europa en Eurabia contribuyendo a que los imanes más ignorantes y oscurantistas impongan sus brutales sharías a musulmanes e infieles, que estas frivolidades estamos pagándolas ya con muchos muertos.