La mayoría de los gays descubrieron su preferencia sexual en la infancia, aunque la ocultaran durante décadas presentándose como heterosexuales.
Pero también hay un número no desdeñable que en el período de desconcierto sobre la identidad sexual que vive todo adolescente, según enunció Kinsey, se inclinaron por la homosexualidad influidos por factores sociales, familiares o culturales.
Los gays presentan estudios indicando que el entorno homosexual no hace nuevos homosexuales; aunque también hay investigaciones, y más abundantes, en el sentido contrario.
Frente a este debate hay conclusiones incuestionables que se deducen de la experiencia y el sentido común. Como que la conducta de las dos cabezas de familia, sin ser definitoria, determinante o hereditaria, influye en la futura conducta del niño; y en eso sí que coinciden todos los estudios.
En una familia que se vive el amor, los hijos tenderán lógicamente a ser más efusivos que ásperos.
Por el contrario, unos padres maltratadores, especialmente el padre, marcan a sus hijos, que en un significativo porcentaje serán también maltratadores: conducta analizada por la siquiatría y por numerosas sentencias judiciales.
Luego, no debe extrañar ni escandalizar que los niños adoptados por homosexuales puedan creer que el mejor amor posible, el más natural, es el que se profesa su pareja de papás o de mamás.
Una profesora de Madrid contaba estos días a sus íntimos el caso de dos niños de siete y seis años: sus padres varones, que los tienen en custodia, se atrajeron mutuamente cuando los llevaban al colegio.
Los dos hombres decidieron vivir juntos con los niños, que ahora juegan a hacer lo que ven en casa: se besan en la boca, se acarician, e invitan sus compañeros a hacer igual.
La profesora no ha denunciado el caso por miedo a que la tachen de reaccionaria.