Desaparecido Franco en la prehistoria, parecía que nadie volvería a obligarnos a ser nuevamente Nacionales, pero los nacionalistas de Cataluña, País Vasco y ahora de Galicia nos sumergen en los tiempos del Caudillo.
El cronista es gallego. Cuando vuelve a su tierra lo acosan numerosos Nacionales exigiéndole patriotismo local y desprecio a lo ajeno: le demandan, como a los demás ciudadanos, que sacrifiquen su individualidad e independencia y que se las entreguen a lo inerte, la tierra, y a símbolos como una lengua o la bandera.
Exigen construir una Patria ya construida, no mejorar la vida ciudadana: como hacía Franco, todos los días reafirmando España, qué pesadez.
Dice el ensayista y profesor izquierdista de la Universidad de Barcelona Félix Ovejero, que “la mayor renuncia intelectual de nuestra izquierda ha sido sustituir el lenguaje de los derechos, la justicia y la ciudadanía por la frágil mitología de las identidades”.
Tras el País Vasco y Cataluña, ahora viene Galicia, donde habrá que recitar las historietas etnográficas de Murguía, como hacen los nacionalistas vascos con su adanismo y los catalanes homenajeando al estafador que fue Casanova.
Los nacionalistas gallegos no son ni más ni menos ladrones u honrados que los del PP o del PSOE. Pero les obsesiona la topografía bucólica. Desprecian una inversión o una empresa si no les hablan en gallego, o si un ecologista angélico dice que asustan a un pato.
Quintana, el líder nacionalista, es enfermero. Honrada pero insuficiente preparación para codirigir Galicia. Sus compañeros son filólogos y afines. Especialistas en el idioma, no en actividades productivas. Son mayoritariamente funcionarios. Gente de sueldos fijos, a los que no les afectan las crisis ni el desempleo que ellos mismos desde el poder puedan provocar.
Por muy mal que lo hagan, no tienen nada que perder: siempre les quedará la plaza, de la que están en excedencia. Así es fácil ejercer de curas de la aldea patriótica huyendo de profesiones que exigen arriesgar el trabajo o la seguridad, o que piden esfuerzos manuales, o formación creadora de riqueza.
Los Nacionales gallegos son literarios, irritables y de ribeiros llorones: cuando los ciudadanos les exijan rigor y prosperidad se pelearán con sus aliados socialistas y le echarán la culpa de todos los males a Madrid.