Desde la izquierda le hacen llamamientos a Mariano Rajoy para que apostate de su valedor, José María Aznar, y que se haga, casi, de izquierdas.
“Queremos una derecha libre y moderna”, proclaman ZP, José Blanco, Iñaki Gabilondo y numerosos intelectuales izquierdistas, pero también Gallardón y Piqué, los populares aparentemente más centristas.
Pero, señores ZP, Blanco, Gabilondo et all: la derecha es como es. La derecha es derechona, gente de orden, que defiende enérgicamente lo que dice el Papa, pero que no le obedece.
La derechona usa preservativos, aborta, se divorcia, está llena de gays y apoya la guerra de Irak, a la que se oponía Juan Pablo II.
La derechona es más liberal de lo que aparenta. Defiende esencias añejas, pero aunque esté en contra de que a las bodas homosexuales les llamen matrimonio, en el barrio gay madrileño de Chueca siempre gana las elecciones. Muchos gays son pura derechona.
Una derechona que, aunque quisiera, no podría destruir las conquistas sociales anteriores, como no lo hizo Aznar en sus ocho años de mandato.
El PP conserva numerosos militantes preconstitucionalistas o sumamente conservadores, pero también tiene gente menos reaccionaria que muchas izquierdas.
Madrid, gobernada por la derechista Esperanza Aguirre, es más abierta, libre, con atenciones al ciudadano más igualitarias, y quizás menos corrupta, que la socialista Andalucía, por ejemplo.
Actualmente PSOE y PP tienen iguales planteamientos económicos, y solo difieren en política internacional y en su relación con los nacionalismos.
Los populares no aceptan cederle soberanía alguna a los nacionalistas, terroristas o no, ni a los países vecinos.
El resto es cuestión de imagen, del talante de Zaplana y Acebes, por un lado, y de Gallardón y Piqué por el otro, que realmente son iguales entre ellos, pero también a sus rivales del PSOE.