Los fundamentalistas que asesinaron en Londres a 55 personas e hirieron a 700 lo hicieron con bombas caseras como las que iba a montar en España un comando al que se le llamó jocosamente Dixán, célula de 17 salafistas de Al Qaeda detenidos en Cataluña entre septiembre de 2002 y enero de 2003.
A esos jihadistas les habían encontrado grandes cantidades de detergentes que servían para fabricar napalm casero. Pero como aún no tenían el explosivo, la Audiencia Nacional tuvo que liberarlos poco después. Luego, reclamaron una indemnización por error judicial.
La oposición de entonces lanzó una feroz campaña ridiculizando al Gobierno, a la policía y al fiscal Rubira por perseguir a aquellos “honrados trabajadores inmigrantes”.
Una diputada socialista increpó al ministro Ángel Acebes en el Parlamento: "La mentira es la mentira y el jabón es el jabón", mientras algunos sindicatos convocaban manifestaciones antirracistas a favor “de nuestros compañeros musulmanes”.
La periodista Maruja Torres escribía en El País después de la detención: “Sólo por mi condición de ama de casa potencial adoraría saber si el detergente confiscado a los supuestos miembros de Al Qaeda era Ariel, Elena, Dixan o Colón. Me atrevería incluso a solicitar que se me informara acerca de por qué usaban el que usaban, y no se pasaron a otro. Y por qué en polvo, y no en líquido. ¿Tienen algo en contra de Norit o Woolite? Me pregunto. Dado el nivel de manipulación alcanzado por los gobernantes, me parece que no es pedir mucho”.
Chanza, burla. En las tertulias de radiofónicas matutinas y nocturnas los comentaristas más ingeniosos inventaban chistes sobre el Comando Dixán, siempre escarneciendo a quienes advertían de su riesgo.
Pues aún sigue sin verse la peligrosidad real del integrismo islamista: lo demostró Zapatero en su artículo en el Financial Times confundiendo pobreza y fanatismo religioso, que es como llamarle Dixán al napalm casero de Londres.