En Riva de Saelices, Guadalajara, el PSOE se enfrenta a su primer Prestige, más grave aún que el incruento hundimiento del petrolero porque el gigantesco incendio forestal ha ocasionado ya once muertos, inmolados por unos insensatos y su barbacoa, con la ayuda de la imprevisión e incompetencia de las autoridades.
Ahora, su utilización como arma política demostrará el sentido de Estado que posee el Partido Popular, que había sido sometido a una cacería en el caso del Prestige, y que sentirá la tentación de aprovechar el mortal incendio de Guadalajara para ejecutar su primera venganza recordando ese refrán justiciero de que “arrieritos somos y en el camino nos encontraremos”.
Razonablemente, el PP podrá acusar de negligencia e ineptitud a los gobiernos socialistas de Castilla la Mancha y Central por no tener un plan antiincendios coherente y bien dotado: ambos reaccionaron tarde, con pocos medios, informaron mal a los vecinos afectados y no disponían de equipos humanos preparados para enfrentarse al fuego.
Precisamente, la falta de formación técnica de las brigadas contraincendios provocó la muerte de once de sus miembros, que fueron imprudentemente hacia las llamas ignorantes del peligro al que se enfrentaban, y a pesar de haber sido alertados por vecinos de la zona.
La denuncia del PP es lógica, pues, y debe ser dura. En todas las instancias políticas. Pero si utiliza la indignación popular para crear sus propios “Nunca Máis” y convoca manifestaciones como las del Prestige para encrespar a la opinión pública, demostrará que tiene el bajísimo nivel moral de sus opositores cuando manipularon una desgracia cuyos culpables eran los armadores y el capitán del barco.
El PP está ante un caso que mostrará si reacciona con grandeza política al no explotar la emotividad popular, o si le atrae la demagogia que se usó contra él en el caso de ese petrolero que a la larga hace recordar el refrán de los arrieros.