Las reacciones que provoque en los próximos días y semanas la manifestación contra la negociación del Estado con ETA de este sábado en Madrid desvelarán si la mayoría de los españoles siguen sometidos al franquismo sociológico o si quieren liberarse, rompiendo con él.
El franquismo sociológico es un estado de ánimo popular, conformista y resignado, que nació como resultado de la sonrisa del régimen, Solís Ruiz, cierta liberalización, el desarrollismo de los años 1960, y el miedo a la temible policía secreta: casi todos acataban pasivamente el régimen.
El nivel de vida mejoraba, aparecían pequeñas libertades impensables poco antes. Se oía a los Rolling, a los Beatles, y en 1966 el Black is Black de Los Bravos arrasaba en Inglaterra y EE.UU.; mientras, el hijo de un perseguido del franquismo muerto de tuberculosis, El Cordobés, se convertía en superestrella mundial del espectáculo.
Victor Manuel cantaba su himno al Caudillo y Massiel descubría la felicidad patriótica en el La,la,la.
El Partido Comunista predicaba la “reconciliación nacional” y la mayoría de la gente quería prosperar. ¿Nacionalismos?: La Selección Nacional de Fútbol hermanaba Bilbao, Barcelona, Coruña y Madrid para ganarle a Rusia. ¿Opositores?: pocos, porque se podía acabar en la cárcel y torturado.
Luego vino la excitación y la alegría de la democracia, y después, el terrorismo logró que lentamente retornara el franquismo sociológico que huye de complicaciones: “todo es negociable, si es por la paz”, “soy pacifista antropológico”, “hay que perdonar, si nos dejan tranquilos”, “alguna razón tendrán los asesinos”.
Las sonrisas sosias de Solís que dominan la política actual, el hastío del terrorismo y el miedo, especialmente tras el 11M, nos volvieron pasivos: como bajo Franco.
Por eso es tan importante la manifestación del día 4: se verá después si el país despierta o ahonda en su apático franquismo sociológico.