Hubo un tiempo en el que grandes escritores hispanohablantes residían en Barcelona, donde se establecieron García Márquez y Vargas Llosa: aún vivía Franco y aquella ciudad era relativamente libre, mientras que Madrid asfixiaba.
Pero ahora gobierna allí el socialnacionalismo, una dictadura políticocultural en la que los estudiantes catalanistas paralizan actos académicos al grito de “bilingüismo es fascismo”.
Donde el Parlament, no las instituciones culturales ni los creadores, dictamina que la lengua catalana es el único identificador de los escritores que serán promocionados en la gran feria literaria de Francfort, en 2007, dedicada a Cataluña.
Pero por sus autores, precisamente, en castellano: la invitación alemana nombra como motivo para tal distinción, y explícitamente, a los Goytisolo, Ruíz Zafón, Mendoza, Marsé y al fallecido Vázquez Montalbán. Todos de literatura en castellano, no en catalán.
La segregación de estos y otros escritores catalanes con obra en castellano trae el recuerdo de los nazis, cuando declararon no alemanes a los escritores judíos alemanes que eran casualmente la mayor gloria de la literatura de aquel país: siempre hay máculas que marcan a los políticamente incorrectos.
¿Qué quedaría de la magra literatura vasca sin Unamuno o Pío Baroja?. ¿Qué sería de la gallega si rechazamos a Valle, Pardo Bazán, Fernández Flórez, Camba, Cela o a la última Rosalía, que decidió dejar de escribir en gallego, algo que se niegan a recordar los nacionalistas?.
¿Y el taumaturgo Merlín, el mágico y divino Cunqueiro, que los estudiosos de las próximas décadas descubrirán como el más grande narrador y poeta de la humanidad del siglo XX, y que seguramente escribió más en castellano que en gallego?
La pasión separadora está vaciando la vida cultural catalana y su atractivo. Vargas Llosa dijo ya que nunca viviría nuevamente en Barcelona porque no soporta el nacionalismo opresivo que domina la ciudad. Peruano de origen, español de segunda nacionalidad, se considera ahora también madrileño.
El director de Mondadori ha expresado el cansancio de su sector: “Al final, conseguirán que muchas editoriales barcelonesas que publican en castellano acaben marchándose a Madrid”.
Madrid: una ciudad-comunidad que podría presumir de que fue y es refugio natural de editores y de buena parte de los genios literarios catalanes, gallegos y vascos. Y de toda España y de una parte notable de Iberoamérica. Afortunadamente algunos, como hizo Cunqueiro, se quedan en su pueblo, pero son los menos.
Realmente, fue Franco quien propició el periclitado cosmopolitismo barcelonés. Al ahogar la vida cultural madrileña su régimen llenó de editoriales y escritores la mucho menos controlada Barcelona.
Ahora, los socialnacionalistas persiguen más que el dictador a una parte importante de la creatividad artística y espiritual catalana.