Antes, los españoles que viajaban iban a conquistar América o emigraban hacia ella, pero ahora inundan el mundo como turistas: se les ve en grandes masas en los lugares más insólitos.
Aparte de bastantes recién casados, unos pocos aventureros y algún millonario, los españoles que hacen turismo no viajan con su propio dinero: son políticos y sus ayudantes de las decenas de millares de instituciones públicas que tiene el país.
Turistean llevando medicamentos caducados y otras inutilidades para demostrarle a sus votantes que son solidarios, como hacían aquellos ricos aristócratas ingleses que viajaban con la agencia de mister Cook rodeados de criados y baúles con ropa para civilizar a las tribus de salvajes desnudos.
Recuerde usted a los dirigentes populares de la Generalitat valenciana en Moscú: iban a comerciar y terminaron haciéndolo con tarjetas de crédito de su Comunidad en salones de streeptease.
Hasta el alcalde socialista de un pueblo como Pinto, en Madrid, de 22.000 habitantes, sale en “viaje oficial” de dos meses por distintos países de América , acompañado de un Jefe de Gabinete, para establecer relaciones culturales internacionales.
Poca cosa. En España hay 17 comunidades y dos ciudades autónomas, cincuenta provincias y 8.000 ayuntamientos: el turismo español procede de los millares de organismos de esas instituciones.
Tome usted a cada uno de los centenares de jefes/as de organismos de cada ministerio del Gobierno central, sus millares equivalentes de cada CC.AA., decenas de millares de políticos de cada estructura provincial, diputación y ayuntamiento, y tiene usted ahora mismo a cientos de miles de turistas exóticos españoleando por el planeta.
Este casi infinito número de políticos que viaja hacia infinitos destinos provocan ese desparramamiento masivo de un riquísimo turismo español que asombra y provoca envidia en todo el mundo.