Muchos ojos se humedecen estos días al recordar al Amigo Félix, Félix Rodríguez de la Fuente, fallecido en accidente de avioneta hace 25 años cuando grababa una carrera de trineos tirados por perros por los bosques de Canadá.
Pero tenemos vivo, afortunadamente, a otro héroe coetáneo al que deberíamos recordar y seguir: el Amigo Miguel, Miguel de la Quadra Salcedo.
Era la década final del franquismo. El país quería sacar la cabeza del pozo para mostrarle al mundo que también generaba seres excepcionales.
Félix lograba hazañas asombrosas, como conseguir que una manada de lobos lo reconociera como lobo jefe. Y en distintas series de televisión iba transmitiendo el amor a la naturaleza, a la ecología, mientras aprovechaba su popularidad para salvar las Tablas de Daimiel, que iban a desecarse, o se implicaba en todo esfuerzo conservacionista.
Su pasión, su voz, su entusiasmo, su esfuerzo, lograban que TVE fuera premiada internacionalmente. A Félix lo doblaba en EE.UU. Lorne Greene, que interpretaba a Ben Cartwright, protagonista de la clásica serie de TV “Bonanza”.
El otro personaje así, también portentoso, es Miguel, que dedica ahora su vida a que los jóvenes españoles e hispanoamericanos se conozcan y convivan en fascinantes aventuras por las selvas americanas.
Era el reportero de guerra por antonomasia, un legendario aventurero que vivió mucho tiempo en el corazón del Amazonas entre los indios, aceptado como uno de ellos. Fue también héroe informativo en Vietnam y las guerras africanas, y descubridor de América para españoles.
Félix, Miguel y sus colaboradores eran mitos, ejemplo a seguir para millones de españoles. Así que, recordemos a Félix, admiremos a Miguel: hombres íntegros, cabales, de mirada y voluntad firmes.
Y preguntémonos: ¿por qué los héroes actuales son de OT, de Gran Hermano, de Crónicas Marcianas?.
NOTA
Algunos lectores de las Crónicas Bárbaras la han sugerido al cronista que escriba sobre los periodistas en guerra, teniendo en cuenta su experiencia.
Antes de que naciera este blog había redactado varias crónicas desde esa vivencia. Tras las dos primeras, publicadas en los días anteriores, esta es la tercera, del 9 de marzo de 2004. En los próximos tres días aparecerán las siguientes.
ORTEGA, COUSO Y ANGUITA
09/03/2004
Por haber sido gravemente herido en una de las guerras de las que informó, y ante la muerte de otro periodista español, el firmante de estas Crónicas Bárbaras desea exponer unas sucintas reflexiones sobre su profesión en los conflictos armados:
1.- El periodista acude a las guerras sabiendo que puede morir o resultar herido.
2.- Arriesga su vida --donde existe violencia hay siempre inseguridad--, porque vibra al ser testigo y narrador de hechos que son noticia.
3.- Es frecuente que las empresas españolas no le faciliten a los corresponsales de guerra algunas salvaguardias físicas y económicas indispensables, tanto para ellos como para sus familias. Las más elementales son:
3.1.- De autoprotección. Como, por ejemplo, chalecos antibalas. Caso Ricardo Ortega, en Haití.
3.2.- Seguros de accidentes y de vida. Si el periodista muere, los familiares deberían ser indemnizados, como correspondería con los de Ortega. No desviarían así hacia otras instancias la responsabilidad de la tragedia, cuando ésta corresponde a la empresa de información que mantiene periodistas en zona posiblemente letal con contratos-basura. Caso José Couso, en Irak.
4.- A veces se va a las guerras para reafirmar el propio yo, para emanciparse personal e ideológicamente, como presuntamente ocurrió con otro fallecido en Irak, Julio Anguita Parrado. Informaba incrustado como periodista entre las tropas de EE.UU., el país que amaba, en un acto más de independencia frente a su padre, dirigente comunista que rechazaba todo lo norteamericano.