Demócrata de larga carrera, a sus 67 años Gregorio Peces-Barba Martínez está en el momento más delicado de su vida política: nombrado por Zapatero Alto Comisario para las víctimas del terrorismo, la gran mayoría de ellas lo rechazan.
Durante el franquismo fue abogado de perseguidos por el régimen, e incluso de un etarra al que iban a fusilar. Era un letrado riguroso y fiable: hijo de un senador del PSOE en la República.
Muerto Franco, fue el principal redactor socialista de la Constitución. Después, presidió con acierto el Parlamento, y aunque ahora la derecha diga que favoreció a la izquierda, en aquellos años todos los partidos lo alabaron. Anteponía la ética a ejercer el poder por todos los medios. Especie en extinción.
Felipe González le encomendó en 1990, como profesor universitario que era, crear en Madrid una universidad en un barrio obrero para formar élites a partir de gente humilde. Ese fue el origen de la hoy prestigiosa Carlos III. .
Siendo aún rector y catedrático, volvió a la política al ser nombrado en 2004 Comisario de las víctimas del terrorismo tras los horribles atentados islamistas de los que se cumple un año ahora.
Quizás por los 192 muertos y 1.500 heridos de un golpe, quizás por el emotivo testimonio de Pilar Manjón, portavoz de muchos de estos afectados, no de todos, Peces-Barba se centró ellos, minusvalorando el recuerdo del casi millar de asesinados por ETA. Rechaza asistir a sus manifestaciones y justifica que el Gobierno vasco subvencione a las familias de los etarras.
Ahora, los familiares de los asesinados por el terrorismo vasco no quieren a Peces-Barba como interlocutor, y por una vez, al no dimitir, está anteponiendo los intereses partidistas a la ética que durante tantos años guió sus actos.