Al barrio barcelonés del Carmelo, donde se hunden las casas por la corrupción de los nacionalistas, alguien le puso ese nombre para recordar la “Subida al Monte Carmelo”, obra cumbre de San Juan de la Cruz.
Pero le roban el significado. El empeño patriotero catalanista de llamarle Carmel hace que el lugar pierda la referencia literaria, histórica, del fraile carmelita.
Monte Carmelo: prominencia que reina sobre Haifa, en Israel, en la que el profeta Elías pasó a cuchillo a los sacerdotes del dios Baal.
Lugar que atrae a judíos, cristianos, musulmanes y bahais, que lo consideran santo: El catolicismo convirtió el Monte Carmelo en tierra de Carmen, nombre del que nace la Orden del Carmelo, los Carmelitas. Su santuario se llama “Stella Maris”, Virgen del Carmen, patrona de pescadores discípulos de Jesús.
Hay que quitarle los signos de identidad originales a los charnegos, los inmigrantes de otras zonas de España que usaban el nombre del Carmelo recordando al místico fraile castellano, a la mar, y a los marineros.
El imperio nacionalista y sus aliados periodísticos se empeñan en decir Carmel, que nada simboliza sin su “o” final, y que no enlaza con ese pasado de las cuevas de Elías, de los santuarios, ni con el arrobo del poeta místico de Fontiveros (Ávila).
Quizás haya algo de laicismo en ese empeño de querer hurtarle el significado religioso al Monte Carmelo, pero sobre todo es una actitud premeditada para eliminar todos los vestigios de lo que está en castellano.
Y al amparo de la pureza lingüística catalanista, los políticos cobran comisiones por obras, y las casas se caen.
En la Cataluña actual muchos charnegos, su idioma y sus viviendas pasan su “Noche Oscura del Alma”, la gran obra siguiente del carmelita.