“Ces malades qu nous gouvernent”, Esos enfermos que nos gobiernan, es un libro en el que Pierre Accoce y Pierre Rentchnick prueban que los dolores y enfermedades de los dirigentes políticos influyen en la historia de la humanidad.
Uno de los ejemplos más descorazonadores es el de los acuerdos de Yalta de 1945, cuando los Aliados le entregaron gran parte de Europa al terrible José Stalin: el presidente estadounidense, Franklin Delano Roosevelt estaba tan enfermo que para acabar pronto las negociaciones aceptó todas las exigencias del criminal tirano.
La agonía de Franco en 1975, con la inevitable debilidad militar española, le permitió al rey Hassan II de Marruecos lanzar su “Marcha Verde” para apropiarse del Sahara.
Por eso deberíamos saber qué problema físico o psíquico podría padecer el presidente del Consejo de Estado, Francisco Rubio Llorente, para dar opiniones que invitan a los nacionalistas radicales a lanzarse a disolver España.
Un día dice que Cataluña, Galicia y País Vasco pueden definirse como “comunidades nacionales” en la reforma constitucional que prepara Zapatero: advierte que no es una definición física o política, sino cultural, porque abarca territorios lingüísticamente similares.
Un pronunciamiento que envalentona a los nacionalistas radicales, que presentan como satélites anexionables a las regiones cercanas.
Y como éstas se indignan y condenan ese expansionismo, Rubio Llorente emite rápidamente un comunicado en el que rechaza su idea de las “comunidades nacionales”. Pero al día siguiente vuelve a considerarla buena y defiende que se incluya en la Constitución.
Ante esto, los ciudadanos tienden a pensar que algo les pasa a él o a Zapatero, si es que el presidente le encarga portarse así, porque estas contradicciones pueden crear una gravísima ruptura nacional: por eso, deberíamos saber qué males padecen quienes nos gobiernan.
NOTA
Algunos lectores de las Crónicas Bárbaras la han sugerido al cronista que escriba sobre los periodistas en guerra, teniendo en cuenta su experiencia.
Antes de que naciera este blog había redactado varias crónicas desde esa vivencia. Tras la primera, divulgada ayer, esta es la segunda, correspondiente al 18 de agosto de 2003. En los próximos cuatro días aparecerán las siguientes.
OTROS COUSO
18/08/2003
A José Couso, cámara español de Tele5, lo mató el 8 de abril un proyectil norteamericano disparado por un tanquista a dos kilómetros de distancia contra los pisos 14,15 y 16 del hotel Palestina de Bagdad donde trabajaban él y su colega, también muerto, el ucranio de la Agencia británica Reuter, Taras Protsyuk.
Para defenderse, EE.UU. ha informado oficialmente la semana pasada de que donde estaban los periodistas había francotiradores atacando a sus tanques, algo desmentido por otros periodistas cercanos.
Posiblemente todo nació de una torpeza: en aquellos días, americanos y británicos se mataban ellos mismos a decenas por errores de identificación similares.
Pero había una diferencia entre Couso y los Reuter’s: el español tenía un “contrato por obra” con Tele5, temporal y sin seguro de vida para una guerra en la que es fácil morir; el equipo británico estaba asegurado: como otro periodista español muerto, Julio Anguita Parrado.
Al hijo de Julio Anguita, que informaba desde el lado americano, lo mataron los iraquíes; pero tenía una garantía, como exigen los estadounidenses a los informadores en sus filas: su familia recibirá una indemnización muy considerable.
Millones de españoles y la inmensa mayoría de los cámaras de televisión como Couso sufren la misma indefensión del contrato-basura, temporal y por obra realizada.
En la televisión, pero también en la construcción, la minería, la industria, la pesca o la agricultura, todos los días matan a muchos José Couso: nosotros miramos hacia otro lado.