El Gobierno Zapatero exulta felicidad con la elección de Ricardo Blázquez como presidente de la Conferencia Episcopal: espera que el obispo de Bilbao censurará definitivamente a sus enemigos radiofónicos más encarnizados, Federico Jiménez Losantos (FJL) y César Vidal (CV).
Estrellas de la COPE, la emisora de la Iglesia. Reyes de la mañana y de la noche de esa cadena. Peligrosos agitadores, turbulentos rebeldes que, según Moncloa y su aliado informativo, el Grupo Prisa, representan la extrema derecha más activa de la historia de España.
Dos heterodoxos: FJL, culto excomunista convertido en liberal sin concesiones, y CV, un historiador y predicador protestante políglota, de cultura enciclopédica y también liberal.
Protegidos por el derrotado antecesor de Blázquez, Rouco Varela, posiblemente son los únicos comunicadores españoles conocidos que proclaman su admiración por George W. Bush. También por el Papa, aunque seguramente más porque contribuyó a hundir el comunismo que por razones espirituales.
El primero, apasionado, el segundo más pausado, ambos son radicales en sus arengas de noticias y comentarios. Antigubernamentales y antiizquierdistas, si les dejaran seguir en las emisoras del clero algún día podrían poner en peligro el dominio abrumador de la SER.
Aunque hay otras cadenas de emisoras con buenos profesionales, la explosión de los políticamente incorrectos FJL y CV las ha eclipsado: ahora, están COPE y SER frente a frente.
Llega “un tal Blázquez”. Así decía despectivamente Arzalluz cuando lo nombraron obispo de Bilbao, porque era castellano. Aprendió euskera para amigarse con el PNV, y enseguida se volvió pronacionalista. Hasta Batasuna lo aprecia.
Presumiblemente Blázquez hará lo necesario para congraciarse con el Gobierno y con Prisa, que dictaminan qué dineros del Estado deben darse a la Iglesia. Y, al tiempo, FJL y CV tendrán que autocensurarse o tanguear “Adiós, COPE mía”