En la Mesopotamia de los antiguos profetas bíblicos acaban de fracasar sus sucesores occidentales que, fingiendo pena pero deseando que EE.UU. se estrellara en Irak, vaticinaban la abstención general en sus elecciones por el miedo y la violencia.
Quienes no fracasaron fueron los iraquíes, que acudieron a votar masivamente pese a los asesinatos y amenazas de Al Qaeda contra su democracia, aunque sea incipiente. Para alegría de Bush, Blair y su treintena de aliados en la coalición militar que se mantiene en el país, y a los que Zapatero llamó a la deserción desde Túnez.
Antiguamente, las vísceras de los pájaros no tenían simpatías políticas. Los periódicos, radios y televisiones occidentales actuales sí tienen ideología, y mayoritariamente estaban contra de la pacificación iraquí, si ésta podía significar un triunfo para George W. Bush.
Por evitarlo se jalea, llamándole resistencia patriótica e insurgencia, a los asesinos de niños y civiles iraquíes, a pesar de saber que esos falsos liberadores son terroristas. Los mismos nazis religiosos que mañana pueden volver a España para atentar y matar a centenares o millares de personas.
La confusión de ideas es tal que la portavoz de una parte de los afectados por el 11M, Pilar Manjón, nunca nombró al terrorismo islamista como autor de aquella masacre. Llegó a sugerir la culpabilidad al Gobierno de Aznar por haber enviado a Irak tropas que no iban a combatir, sino en misiones de reconstrucción y de apoyo para que el pueblo iraquí pudiera votar libremente.
Imaginemos que, con sus avances y retrasos, con los altibajos de todo cambio tan revolucionario, el proceso político iraquí triunfa y se vuelve ejemplar frente a las dictaduras religiosas de Oriente Medio.
Algún día la Historia juzgará la felonía de los profetas y los políticos españoles que abandonaron en infamante huida la posible democratización de Mesopotamia, donde nació nuestra civilización.