¡Albricias!: el Gobierno va a eliminar las oposiciones para seleccionar funcionarios, y en el futuro hará igual con otros profesionales de la Administración a las que se accede demostrando conocimientos.
Algún día los mediocres, de carreras mal terminadas, o incluso sin carreras, podremos ser jueces, catedráticos, abogados del Estado. O inspectores de Hacienda, como Aznar y registradores de la Propiedad, como Rajoy.
El Gobierno va a imponer pruebas psicotécnicas para reducir la importancia de esas oposiciones que obligan a estudiar durante años el Código Civil, física cuántica o farmacología.
Estamos en el buen camino: ZP ha dicho que es enemigo de las élites. Ya ha eliminado para los cargos bajo su jurisdicción los tratamientos de excelentísimo, que premiaba la excelencia, e ilustrísimo, que reconocía a la persona ilustrada o instruida.
Se trata de igualarnos a todos. Ningún ilustrísimo. Eso es democracia. Igualar por abajo, para no humillar a nadie, especialmente a los vagos y a los incapaces.
En la Universidad, por ejemplo, acabemos con los catedráticos. Cualquier penene hace lo mismo. Zapatero fue ayudante de penene. Y aquí está, gobernando el país sin haberse presentado a oposiciones.
Jueces: los únicos buenos son los nombrados a dedo por el cuarto turno, como la vicepresidenta primera. Además, muchos de carrera quedaron chiflados por el esfuerzo de opositar: véase la Audiencia Nacional.
Seguramente Aznar o Rajoy no están cuerdos por haber aprobado oposiciones. Por eso están donde deben, en la oposición. Mientras que varios de los actuales ministros hicieron sus carreras malamente, a trompicones, y alguno ni tiene carrera: gente mentalmente sana.
Exámenes psicotécnicos. Porque la voluntad y los conocimientos son innecesarios. No a la objetividad. No a las élites. Las personalidades deben obedecer al perfil que le interesa al Gobierno, que es el de la mediocridad. Por fin alguien se enorgullece de la mediocridad.