Quienes recordamos los serviles cabezazos de Josep Piqué ante George Bush cuando era ministro de Exteriores los vimos renovados en Miguel Ángel Moratinos, persiguiendo y pidiéndole caricias con cara de perrito vagabundo a una despectiva Condoleezza Rice.
Humillantes gestos españoles de sumisión, aunque Bush era presidente, y Condi es solamente Secretaria de Estado, ministra de Exteriores.
Perseguir así a Rice quizás indique que el Gobierno Zapatero ya sabe que EE.UU. es algo muy serio: además de la mayor potencia del mundo, es donde una descendiente de esclavos podría ser la presidenta de los sucesores de sus antiguos amos blancos.
Rice comienza a sonar como candidata republicana a las elecciones presidenciales de 2008, donde posiblemente su contendiente será la demócrata Hillary Clinton.
Prodigioso: la mujer cuya familia llegó encadenada en barcos negreros es conservadora, y la heredera de quienes compraban aquella mercancía es supuestamente progresista.
Importantes personalidades estadounidenses e internacionales no ocultan su aprecio por Condi, poseedora de una carrera académica y política de primera magnitud, hecha a sí misma sin necesidad de ser la sombra de un marido, como Hillary.
La admiran porque representa el sueño norteamericano y un engranaje del motor del cambio mundial, demostrado con el triunfo contundente de su país sobre los grandes males del siglo XX: el militarismo, el nazi-fascismo y el comunismo.
Un país al que Europa tiene poco que enseñarle, porque alumbró y multiplicó esos monstruos.
Si no relacionamos a Condi con la historia de sus antepasados nunca entenderemos por qué los estadounidenses se creen con la fuerza moral para extender su concepto de libertad y democracia por el mundo: y ahora van a por el siglo XXI.
Moratinos debe saberlo ya: parecía un perrito abandonado dándole lametadas y pidiendo ser adoptado por la futura ama.