Pilar Manjón, madre de un chico asesinado el 11M, estremeció a los diputados con su declaración en nombre de la mayoría de las 192 víctimas de aquellos atentados islamistas.
Pero el representante de otros familiares de muertos en los trenes, y de los de los más de 800 asesinados por ETA no obtuvo la misma aprobación: como si hubiera dos clases de víctimas.
Pudo ser porque el tono de la mujer era más emotivo y desgarrador. O porque denunció a los políticos y a la prensa por haber manipulado la imagen de los muertos y los 1.500 heridos: tras oírla, cualquier diputado o periodista se vería reflejado en un espejo como alguien muy despiadado.
Pero cuando habló Francisco José Alcaraz, presidente de la Asociaciónde Victimas del Terrorismo (AVT) se vieron gestos de desagrado entre varios diputados.
Pilar Manjón no había nombrado a los islamistas o a los miembros de una rama del islam como asesinos: solo se refirió a ellos como unos seres de “retorcidas mentes”.
Por el contrario, Alcaraz acusó al islamismo y recordó a otros fanáticos, los terroristas de ETA, que han matado a cuatro veces más personas.
Al hacerlo, hirió a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) recordando su acuerdo para que los etarras no asesinen en su región.
Y también dañó al Partido Nacionalista Vasco (PNV) y a otros nacionalistas al señalar sus silencios y las ayudas que le conceden al entorno de los etarras.
La AVT sufrió dos décadas de silencio y desprecio entre el goteo de asesinatos. La corrección política recomendaba alejarse de sus familiares: “Algo habría hecho el muerto”, “Sería un fascista”, decíamos desde la justiciera soberbia progresista.
Pilar Manjón emocionó, paro Alcaraz marcó sin ambigüedades a los terroristas y a los verdugos morales.