-- Tranquilo, José Luís.
-- Es que estoy muy humillado, Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya. Todo el día con los Excelentísimos Señores Presidentes de Comunidades Autónomas, que no quieren apearse de ese trato, y ellos llamándome Pepín.
He aquí una situación que puede vivir el presidente del Gobierno después de renunciar al tratamiento tradicional de Excelentísimo Señor correspondiente a su dignidad.
Desaparecen Excelentísimo e Ilustrísimo, aunque solo para las personalidades dependientes del Gobierno central: eran formas de respeto ya agonizantes, aunque al aplicarles esta eutanasia, los altos burócratas gubernamentales estarán en inferioridad frente a los funcionarios no dependientes del Ejecutivo.
Si el presidente del Gobierno fuera consecuente se quitaría también el Don, señal oficial de que es bachiller, y prescindiría del Señor, signo de respeto al apellido.
Desde siempre la cortesía y el protocolo reconocen los méritos de cada persona. Hasta el siglo XIX los títulos pertenecían al clero y a la nobleza, pero la aparición de la meritocracia vino a premiar el trabajo y el esfuerzo con iguales tratamientos.
El Código del Buen Gobierno aprobado por el Gabinete Zapatero es un cúmulo de populistas, de demagógicas intenciones igualitarias. Su verdadero resultado es el desprecio a los méritos individuales: valora igualmente la holganza y el esfuerzo.
Entre tanto, la Familia Real no va a prescindir de sus signos de dignidad. Ni múltiples funcionarios no gubernamentales, como los responsables de Comunidades Autónomas o los jueces, que realzan los tratamientos que les corresponden con togas, medallas y birretes.
O los catedráticos, los académicos, los diputados, los militares, los alcaldes, ni los Muy Ilustrísimos, Muy Nobles y Muy Heroicos Ayuntamientos.
Pero el Gobierno, adelante, con el tratamiento de tú del talante franco de los camaradas falangistas, o de los también camaradas comunistas.