El muy neutral Consejo de Estado acaba de unirse a quienes le reprochan al Gobierno su proyecto de calificar como matrimonio la unión legal de dos personas del mismo sexo.
Hasta los aliados casi incondicionales de Zapatero, como el diario El País, le recomiendan que reflexione sobre si conviene darle ese nombre a las uniones formales de gays.
Pues ayudemos humildemente a resolver el problema, de manera que las parejas de homosexuales tengan los mismos derechos que los del matrimonio, pero llamándose de otra forma, con alguna palabra lógica, eufónica y fácil de entender.
Porque matrimonio viene del latín matri-monium, esto es, matri, madre; monium, derecho de: protege el derecho de la madre en la unión de hombre y mujer. Es lógico que se reserve el término para la unión heterosexual.
Apliquemos el mismo latín y tendremos dos propuestas con palabras de fácil comprensión y divulgación, y que la Academia podría aprobar sin dificultades: homomonio y parimonio.
Homo-monio: viene de homo, hombre como ser humano, y monio sigue siendo derecho de. Término aplicable también para las parejas de lesbianas, porque homo es especie humana de los dos sexos, no solo hombre.
Pari-momio, derecho de los pares. Dos hombres son pares entre ellos. Dos mujeres también son pares entre ellas.
Parece que el Gobierno, plegándose a las presiones de los gays, ha decidido llamar definitivamente matrimonios a sus uniones. Según las confesiones cristianas, para anular el valor tradicional y santificado del matrimonio.
Pero hay que ir un paso más allá: si la alianza de un hombre y una mujer cambia su singularidad y especificidad, el término matrimonio será también extensible a la unión plural de la poligamia.
Pronto veremos a numerosos musulmanes exigir su legalización como matrimonio: y el Gobierno está acelerándosela y facilitándosela