Un grupo de medios informativos presenta a José Luís Rodríguez Zapatero como un presidente honorable y paciente, que dice grandes verdades: por ejemplo, que su antecesor como presidente de Gobierno, José María Aznar, es un enorme mentiroso.
Pero otros periódicos y emisoras aseveran que Zapatero es un embustero perverso con cara de buen chico, que halaga servilmente a los secesionistas de ERC y del PNV, a pesar de que quieren destruir España.
No hay término medio: unos señalan la comparecencia de Zapatero en la comisión del 11M como ejemplo de credibilidad, y otros como muestra de una inaudita falta de escrúpulos.
Unos resaltan sus virtudes y desechan sus falsedades; otros, que lo ven como detestable, convierten sus bondades en oprobios.
Para unos Zapatero es el héroe que, a pesar de perder la amistad de EE.UU., sacó las tropas españolas de Irak, a donde las había mandado Aznar.
Para otros Aznar es el titán que salió orgullosamente de un terrible atentado de ETA y que, frente a una opinión pública equivocada, envió tropas españolas en misión pacificadora a Irak.
Unos alaban a Zapatero por afirmar que Aznar engañó masivamente a los españoles ocultando que el atentado del 11M era islamista, aunque los policías que habían testificado antes ratificaron la versión del expresidente.
Otros juran que Zapatero es un falsario que enervó al pueblo y provocó un cambio electoral al difundir por los medios informativos noticias falsas sobre terroristas suicidas o sobre intentos de Aznar de dar un golpe de Estado.
En definitiva: hay periódicos y radios honorables que le llaman sinvergüenza a Zapatero, y hay medios creíbles que dicen lo mismo de Aznar.
Son tantos los argumentos de unos y otros que han logrado convencer a muchos ciudadanos: ambos son, efectivamente, unos pícaros redomados.