Kakistócrata: del griego kakistos, que significa lo peor de lo peor. Kakistocracia: el sistema político de los incapaces.
Quien haya seguido la intervención del expresidente del Gobierno en la Comisión del 11M enfrentado al poder actual, representado por diputados del PSOE y de los demás grupos parlamentarios, podría pensar que José María Aznar es un genio. Pero no: simplemente, se enfrentó a unos contendientes que eran kakistócratas fáciles de desmoronar. Sus inquisidores fueron tan incompetentes que consiguieron que Aznar se luciera con ellos.
Frente al discurso del expresidente, cargado de triquiñuelas y evasivas para librarse de toda responsabilidad en el mayor atentado terrorista de la historia de Europa, ninguno de aquellos kakistócratas fue capaz de elaborar un solo contraargumento, con la excepción del representante de Convergencia i Unio (CiU), Jordi Jané.
Aznar se escabulló así de dar explicaciones sobre la pasividad policial frente el tráfico de dinamita usada en los atentados, sobre la ausencia de especialistas en árabe para conocer las conversaciones de los islamistas que se vigilaban, y de otros notables detalles que podrían haber dificultado la acción asesina.
Los diputados acosadores resultaron arrollados, incluso humillados, tras presentar razonamientos que Aznar despreciaba yéndose por donde quería.
Hasta el lenguaje corporal señalaba la situación, como cuando el líder de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, vencido por una de las respuestas, se sintió instintivamente impelido a levantarse y ponerse firmes, aunque concluyó haciendo una leve reverencia.
Producía sonrojo oír los balbuceos del representante de ERC, al del PNV perder el seso, a una diputada imitar un telefilme de detectives, y al del PSOE, presentar al hasta ahora vilipendiado Bush como el gran estadista mundial.
Cada país tiene lo que se merece, pero estos kakistócratas son demasiado castigo para la kakistocracia española.