Numerosos cristianos arrebatados que han perdido la fe y comunistas sin la luz del fundido faro marxista están convirtiéndose al islam en un avivamiento religioso mundial que los musulmanes atribuyen a la voluntad de Alá.
Transformados, hacen proselitismo, como el místico excristiano Simón Caravallo, que acaba de recorrer varias ciudades españolas predicando que “el gran amor por Jesús me encaminó hacia el Islam”
Otro converso es Ilich Ramírez Sánchez, conocido como Carlos “El Chacal”, una de los más brutales terroristas latinoamericanos. Ha hecho pública su nueva fe desde la cárcel francesa donde cumple condena de cadena perpetua.
Estos conversos tienen en común que son desengañados de la teología de la liberación y similares arrebatos, de organizaciones comunistas en extinción, o del pacifismo y del ecologismo radical.
En su mayoría sienten que, tras fallarles su edificio espiritual o ideológico, deben acogerse a otra fe dura e inflexible, capaz de atraer masas descontentas y proclamar una revolución violenta, la yihad.
Gente que nunca fue autónoma, que necesitaba ritos, dogmas de ciega obediencia marcados por una iglesia o por el marxismo-leninismo.
A falta de un cristianismo estricto o de un comunismo triunfante, han entregado al islam su necesidad de ser esclavos. Islam significa, exactamente, sumisión absoluta a Alá y a su implacable voluntad, expresada textualmente en el Corán.
Han hallado un nuevo camino para mostrar que obedecen sin dudar. Al rechazar el racionalismo heredado de la Ilustración, creen redimirse sometiéndose ritualmente, programándose como en las sectas, y abandonando toda autonomía personal.
Los conversos advierten que su experiencia sumisa, su pérdida de autonomía, se debe a que al nacer los humanos son musulmanes, y que todos volverán a ese origen.
Algo muy ingrato para librepensadores, incluso para los cristianos contemporáneos, pero por aquí nos vienen los tiros.