Recuerde usted las fotografías de aquella niña afgana de impresionantes ojos verdes, retratada nuevamente a los treinta años de edad, envejecida por la miseria y el abandono de si misma en favor de su marido e hijos.
Sharbat Gulamira, captada de niña y de mujer por Steven McCurry, de National Geographic, inspiró la creación de una sorprendente ONG: una escuela de maquillaje y de peluquería en Kabul. Que es la experiencia de liberación femenina más radical de la historia de ese país.
Debbie Rodríguez, una peluquera hispana de Nueva York, vio las dos fotografías tan diferentes del rostro y de los ojos de Sharbat Gulamira y pensó que si una afgana podía sentirse guapa rompería más de un milenio de opresión machista e islamista.
Y con su amiga Patricia O’Connor fundó la ONG más frívola y paradójicamente más progresista imaginable para infundir orgullo a las mujeres afganas: “Beautification without Borders”, “Embellecimiento sin fronteras”.
Desde lo políticamente correcto se verá reaccionaria, pero esa iniciativa supone para las afganas un avance de consecuencias incalculables.
Quiere que las afganas, prisioneras de las cárceles ambulantes que son los burkas, se sientan guapas: maquilladas, y con hermosos peinados, ansiarán descubrir su rostro, que es la primera liberación a la que puede acceder cualquier mujer encarcelada por el machismo y la religión.
Protegidas por las tropas que arrojaron del poder a los terribles talibanes, que asesinaban a las mujeres si se les veía el semblante, Debbie y Patricia crearon su primera escuela de belleza, de la que ya salió una promoción de 25 alumnas. Abrirán más escuelas, las alumnas enseñarán a otras, y así sucesivamente, hasta que se produzca un revolucionario cambio social.
Magnífico y sorprendente: la belleza y la coquetería convertidas en armas progresistas.