Franco, Fidel, Fraga. Tienen en común la efe inicial, la ancianidad, haberse dedicado a la política, y su galleguidad, incluyendo la de Fidel.
De los tres, hay dos dictadores: Franco, que murió en el poder en 1975 tras casi cuatro décadas de mandato, y Fidel, que lleva medio siglo rigiendo una dictadura sangrienta e involucionista, en la que resistirá hasta su último suspiro..
La tercera efe trabajó para Franco. Apoyó la transformación de la dictadura en dictablanda. Ayudó al nacimiento de la democracia y también está dispuesto a morir en su empeño.
Resulta una casualidad sorprendente que Galicia, un país de solo 30.000 kilómetros cuadrados y 2,5 millones de habitantes, produzca personajes así, que han influido en dos continentes y que son capaces de morir sin entregar el mando.
Hay que evocar el imaginario mágico gallego que vincula la vida, la muerte y el deseo de eternidad. Solo así podría explicarse lo que la sicología o la historia política desconocen.
Son efes que llegaron a coincidir en unos años determinados, y que mostraron, además, una cierta relación afectiva entre ellas: Franco, un dictador de derechas, se opuso a toda acción contra “mi paisano Fidel”, dictador de izquierdas.
Y Fraga, que fue amigo del primero, sigue apreciando al segundo y rechaza la política de su partido, el Popular, de aislar y castigar al tirano cubano.
No es lógico ese afán fraguista de protección, y quizás tengamos que acudir nuevamente a lo sobrenatural, durante sus estancia infantil en Cuba, para explicarla: Fernández Flórez descubrió en “El bosque animado” que la Santa Compaña gallega también emigra a América. Está en ambas orillas.
Habrá que salir al bosque una noche a demandarle a algún muerto de la Estadea, quizás a Franco, una explicación al respecto.